El patio de los desfiles y el fútbol

El primer partido de balonmano que se jugó en Almería fue en el colegio de la Salle, en el año 1951

Uno de los equipos  del colegio de la Salle que jugaban los partidos de fútbol en el patio.
Uno de los equipos del colegio de la Salle que jugaban los partidos de fútbol en el patio.
Eduardo D. Vicente
11:34 • 10 feb. 2016

En abril de 1940 apareció en el Boletín Oficial del Estado una disposición del Ministerio de Educación Nacional reconociendo oficialmente a todos los efectos el centro de enseñanza colegio ‘La Salle’ de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Así empezaba una nueva andadura este centro educativo por el que habían pasado varias generaciones de almerienses desde su fundación, en un edificio de la calle de Almanzor Baja.





Al terminar la guerra civil, los frailes, ya instalados en el nuevo edificio de la Rambla, que había sido cuartel de las Milicias, pusieron en marcha el colegio de profunda vocación cristiana. Desde los primeros tiempos, La Salle se caracterizó por su rigor pedagógico basado en los pilares de la disciplina y la moral religiosa que imponía la época. También desde sus inicios, el centro tomó por bandera las actividades deportivas, que tanto lo diferenciaron del resto de colegios que en aquella época ejercían su labor educativa en la ciudad.





La presencia de religiosos como los hermanos Samuel y Andrés y el reverendo hermano Ramón, director del colegio, inclinaron las actividades extraescolares del colegio hacia el deporte. Contaban a su favor con un patio de grandes dimensiones que pronto se convertiría en uno de los principales recintos deportivos de la capital. Los sábados no cesaban los partidos desde la primera hora de la mañana hasta el atardecer. La pista era todavía de tierra y con un manojo de tableros levantaron dos porterías que para aquellos muchachos no tenían nada que envidiar a las del estadio Maracaná Brasil.





Se jugaba a todas horas, excepto los días en los que el patio lo tomaban las milicias de Falange para celebrar algún acto político. Entonces, el campillo de fútbol se llenaba de gestos serios, de camisas azules y de himnos patrióticos adornados con oraciones religiosas. En octubre de 1941, el patio central se engalanó y de las ventanas pendían gallardetes con los colores de las banderas del Movimiento. Al fondo, donde otras veces estaba una de las porterías, colocaron una mesa presidencial revestida de rojo y negro sobre las que descansaban los santos evangelios y el crucifijo. Por delante fueron desfilando las Flechas Azules que hacían su juramento para ingresar en la Sección Femenina. “Pensad que el ingresar en Falange es mitad hacerse monje, mitad hacerse soldado”, les dijo a las jóvenes la delegada Mercedes Alonso en medio de un silencio sobrecogedor.  Por el día de San Fernando, patrón del Frente de Juventudes, en el patio se celebraba la Misa y después había concierto. Cuando terminaban las solemnidades y las autoridades civiles, militares y religiosas habían cruzado ya al otro lado de la Rambla, el patio se transformaba en unos minutos en ese pequeño campo de fútbol al que regresaban las voces de los jugadores y el esfuerzo colectivo para volver a llenar de vida real aquel escenario.





El colegio de la Salle fue cuna también del baloncesto y disfrutó del primer partido serio de balonmano que se disputó en Almería, en la primavera de 1951. Al día siguiente, el periódico Yugo recogía la noticia:  “El colegio de la Salle ha acogido una nueva modalidad deportiva conocida bajo el nombre de balón-mano a seis”, comentaba el diario.
Cada año el centro iba ganando prestigio y cada curso crecía la demanda de alumnos que querían matricularse. En 1953, el reverendo hermano Ramón, director del colegio, junto con el hermano Andrés, que era el encargado de las actividades deportivas, pusieron en marcha un proyecto ambicioso que pretendía remodelar el viejo patio de tierra para convertirlo en unas pistas polideportivas con espacios para jugar al baloncesto, al balonmano, al frontón, al balón volea, al tenis y un salón para las partidas de tenis de mesa.





Fue muy reconocida entonces la labor del hermano Samuel Alfredo, uno de aquellos frailes que humanizaba la religión y esparcía la fe entre los jóvenes a base de buenas acciones, proyectos comunes y sobre todo, mucho deporte.  Era un enamorado del baloncesto y cuando se olvidaba del fraile que representaba, se quitaba los zapatos, se remangaba la túnica y salía a jugar. Con él, el equipo de La Salle llegó a ser uno de los más importantes de la región, consiguiendo hasta un subcampeonato de Andalucía.
 






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