Le conocía de toda la vida. Mi padre era muy amigo suyo y para la familia siempre ha sido el eterno masajista del Almería. Cubillo tenía guasa a ratos porque su estampa era militar y su carácter señor. Me he reído mucho con las bromas que me gastaba en mis comienzos en la profesión, pero siempre al entrar al vestuario se paraba el mundo. Cubillo reinaba en las cuatro paredes y los futbolistas le buscaban para remediar cualquier mal.
Un día en la calle Regocijos le dijo a mi padre que yo sería futbolista y no iba mal encaminado ya que “al final te has dedicado a esto” me dijo un día en el Franco Navarro cuando estaba en la Agrupación Deportiva Almería.
Cubillo era muy respetado por técnicos y jugadores. Su palabra era ley. Siempre al lado del profesional y mataba por los colores de su club. Era un ejemplo a seguir y siempre me guiaba por un mundo nuevo para mí. Me quería mucho y yo le tenía por un militar a la hora de trabajar porque era pura disciplina y seriedad. Detrás de su estampa marcial se escondía un hombre bueno.
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