Ahora que se acaba la primera vuelta de la Liga se me ha venido a la cabeza la terapia de Juanma Lillo el mismo día que aterrizó en el Almería.
El entrenador lejos de irse con sus muchachos al césped se encerró en una dependencia de los bajos del estadio y pasó consulta a cada uno de sus futbolistas. Les habló y les escuchó.
Todos pasaron por el consultorio de Juanma Lillo y el equipo se levantó como un cohete y se salvó la temporada cómodamente. Luego debió salir con toda la gloria y no repetir en Almería, pero esta es otra historia.
Recuerdo las imágenes de aquel día con un jugador esperando turno y todos hablando a la carita al nuevo entrenador. Un perfecto desconocido para ellos.
Ese día Lillo salvó al Almería porque todo lo demás vino solo. Escuchó a cada jugador. Titulares y suplentes les contaron sus penas y Lillo en la batidora de su mente encontró la solución.
No se olviden que Corona y Soriano eran para Lillo ‘dioses del vestuario’ y ahora no estaría nada mal que uno como entrenador y otro como capitán hablaran.
Tan fácil como ir pasando uno por uno a los futbolistas y escucharles. Dice Soriano que le basta con verlos entrenar cada día. Se equivoca. Cada familia es un mundo y cada persona un universo.
Lillo no es tonto. Cambió el fútbol en plena juventud. Tiene su modelo y lo expuso en Almería. Sería bueno copiarlo.
Antes de entrenarlos quería escucharlos.
No estaría mal que hasta el mismo Corona pasara por el consultorio de Fernando Soriano.
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