La tapia del antiguo Tiro Nacional

La tapia fue la última en caer cuando en los años 60 el recinto empezó a ser derribado

Eduardo del Pino
15:00 • 18 ene. 2017

La tapia del Tiro Nacional fue la última en caer dentro de aquel recinto que encerraba una parte de la historia de la vida social de la ciudad. Cuando se acabaron las sesiones de cine de verano, cuando se dejaron de organizar combates de boxeo, cuando ya no quedaba ni el eco de la música de los bailes de agosto, la tapia siguió en pie, manteniendo entre sus muros los recuerdos de varias generaciones de almerienses para los que aquel lugar formó parte de las ilusiones de su juventud.

A finales de los años sesenta, la tapia y el solar sobrevivían en un mundo prestado, ocupando una esquina que era la del progreso urbanístico de la ciudad, entre la Rambla y la Avenida de la Estación. La vieja tapia estaba allí, acartonada, contándonos la historia de lo que había sido, mostrando su imagen decadente entre el tráfico que seguía creciendo y frente a los primeros bloques de edificios que empezaban a asomar al otro lado del cauce. 

Era una tapia poderosa, de unos cuatro metros de altura, que se prolongaba por su franja norte a lo largo del primer tramo de la Avenida de la Estación, y corría paralela a la Rambla hasta la entrada de la Carrera de los Picos. En su fachada principal tenía tres puertas y dos huecos que eran las ventanas que se habilitaban como taquillas. Antes de que el lugar quedara abandonado, sobre los muros blancos de la fachada colgaban las carteleras de las películas que proyectaban en la terraza y la vieja pizarra donde se anunciaban los nombres de los púgiles que combatían en las veladas de boxeo. Cuántos aspirantes a campeones pasaron por el cuadrilátero del Tiro Nacional en la posguerra; pequeños héroes locales, mitos de tabernas y pandillas que se jugaron el mentón por una bolsa raquítica que a veces no llegaba ni para quitar el hambre. Los anunciaban como dioses en la propaganda del Yugo y el público llenaba el recinto hasta la bandera.

Detrás de la tapia, colgada del horizonte, se podía ver el edificio de la estación del ferrocarril, que asomaba medio cuerpo, y la torre del chalet de la familia Batlles que en los años de la posguerra había sido el preventorio del Niño Jesús. Era el otro lado de la Rambla, la otra Almería que en los años sesenta había dejado de ser vega para convertirse en una prolongación del centro de la ciudad. En aquel contexto de crecimiento urbanístico, la vieja tapia solo era ya un estorbo que no escondía más negocio que el de un destartalado kiosco de madera que tenía adosado a sus muros. Cuando empezaron a derribar la tapia, cuando los promotores habían adquirido el solar para construir, el kiosco siguió en pie, apurando los últimos instantes, recordándonos que allí dentro había corrido la vida con desenfreno no hace mucho tiempo atrás. 

La historia de aquella tapia vencida comenzó en los años treinta, cuando la sociedad Tiro Nacional de España se había instalado en aquel solar de la vega para promocionar la práctica del tiro. Para rentabilizar su mantenimiento e integrarse con más fuerza en la sociedad, el lugar se fue convirtiendo en un centro de recreo donde se organizaban las mejores verbenas. 

En 1931 decidieron construir una pista de baile y al verano siguiente se estrenaron una pista para jugar al tenis y otra para hacer patinaje. El 13 de agosto de 1932 se llevó a cabo la inauguración de este nuevo recinto deportivo con una verbena. Para inmortalizar tan solemne acto, el maestro Rafael Barco estrenó un pasodoble compuesto por él mismo dedicado al Tiro Nacional.  Desde entonces, el Tiro Nacional dejó de ser el recinto donde iban los aficionados y los reclutas a hacer practicas de disparo, y se transformó en el lugar de ocio de referencia de la ciudad. Cuando llegaba la noche de San Juan, se abría la terraza donde se daban dos funciones diarias de cine sonoro. 
En agosto se celebraban las verbenas más multitudinarias y elegantes de la Feria y los bailarines más acreditados de Almería se reservaban sus mejores pasos para estrenarlos en el Tiro Nacional. 

La primera verbena que se celebró en Almería al terminar la Guerra Civil, tuvo como escenario la terraza del Tiro Nacional. Fue el 21 de mayo de 1939 y se organizó a beneficio de Frentes y Hospitales. Eran los años de Falange y el Tiro Nacional servía también de escenario para las continuas reuniones que los militantes celebraban por cualquier motivo en su incesante labor propagandística. Las mañanas de los primeros meses de posguerra en Almería olían al perfume militar de aquellas convocatorias donde se impartían clases de instrucción para niños y adolescentes. A las siete de la mañana, cientos de falangistas desfilaban, aprendían a manejar las armas y se imbuían del espíritu castrense del momento cantando a coro los himnos de moda.

Para la noche de San Juan de 1939 se programó la reapertura de la terraza de cine, cerrada en los años de guerra. El Tiro Nacional fue el cine de verano de la posguerra. En sus viejas sillas de madera, sobre su desgastada pantalla de cal, anidaron los primeros abrazos de nuestros padres, las ilusiones de una generación de muchachos y muchachas a los que la guerra les había robado media juventud.
 







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