Los hinchas almerienses del Athletic

Uno puede renunciar a un amor, a una amistad, a una afición, a un vicio, pero nunca al equipo de su niñez, al que se mantiene fiel de por vida y al que siempre llevamos incorporado en el disco duro donde residen los sentimientos más auténticos.  

En Almería existe una afición al Athletic que viene de antiguo, de los tiempos de Zarra, Panizo y Gainza, una afición que fue creciendo con los años y alcanzó sus cotas más altas en la década de los setenta, en la madurez de grandes mitos como Iribar o Chechu Rojo. Para algunos niños de entonces, ser del Athletic era una manera de entender la vida, enfrentarnos a la autoridad del Real Madrid en un gesto de rebeldía. Éramos del Athletic sin ningún interés, sin la cortada de los títulos ni de la patria. No nos importaba que nuestro equipo no hubiera ganado nunca la Copa de Europa, y que casi nunca ganara la liga. Éramos del Athletic por una pasión que no necesitaba del éxito para seguir viva.  Éramos del Athletic cuando televisaban un partido de vez en cuando y no teníamos otra forma de conocer a nuestros ídolos que a través de las estampas que cada mes de septiembre coleccionábamos y después conservábamos como una reliquia. 

En aquellos años había pocos niños que fueran del Barcelona; casi todos eran del Real Madrid y después veníamos los del Bilbao, que acostumbrados a sobrevivir en un  segundo plano aprendimos también a soportar la historia de las cinco copas de Europa que había ganado el enemigo, y que siempre nos estaban recordando sus aficionados para demostrarnos que nuestro equipo no valía nada.Es verdad, nuestro idilio con el Athletic no se forjaba en las victorias, sino en ese espíritu batallador de los ‘leones de San Mamés’, en esa insurrección permanente del modesto que se acentuaba con cada fracaso. Mientras que los del Madrid renegaban de su equipo cuando perdían, y se rasgaban las vestiduras, los del Athletic nos refugiábamos en esa capa de melancolía que te van dejando las derrotas cotidianas.
En mi barrio hubo una figura que fue uno de los grandes promotores de la afición al Athletic de Bilbao. Se llamaba Alfonso Rojas Zapatas y era familia de Juan Rojas, el jugador del Almería. ‘Alfonsito’, como todo el mundo lo conocía, era minusválido de nacimiento: caminaba  con dificultad y tenía problemas con el lenguaje. A pesar de las secuelas físicas, siempre quiso ser un niño como los demás y se rebelaba contra su suerte jugando al fútbol como si la enfermedad no fuera con él. ‘Alfonsito’ era un apasionado del Athletic. En la buhardilla de su casa, en la calle de Gutiérrez de Cárdenas, tenía una colección de revistas que le mandaba el club vasco por correo y todas las fotografías de sus héroes rojiblancos. 

Fue  uno de los promotores de la fundación de la Peña San Mamés, que surgió en 1965 en el bar Bahía de Palma. Fueron los primeros aficionados que en Almería empezaron a organizar viajes para ver al Athletic cuando venía a jugar cerca, que en aquellos tiempos era Alicante, Málaga y Granada. Al día siguiente, cuando regresaba la expedición, los niños del barrio íbamos en busca de ‘Alfonsito’ para que nos contara el partido. Era emocionante ver a aquel hombre imitando a Matías Prats para narrarle a su público infantil un regate de Rojo o el gol de cabeza que había marcado Arieta.

Alfonso Rojas consiguió que viniera a Almería uno de los delanteros centros más populares de aquella época, el jugador del Athletic, Carlos, que en la temporada 74-75 había conseguido el título de Pichichi de la liga. Invitado por la peña, estuvo varios días en nuestra ciudad, recibiendo el cariño de los seguidores. Cuando el Athletic ganaba un título, que casi siempre solía ser la Copa, el bueno de ‘Alfonsito’ lo festejaba a lo grande. Se colocaba su chaqueta negra con el escudo de oro del club, se enfundaba una chapela que le habían mandado de Bilbao, y salía a la calle gritando: “Alirón, alirón, el Athletic es campeón”.