Las voces rescatadas de los indalianos

Fausto Romero-Miura disecciona el sentir de los fundadores de un movimiento crucial en la historia de Almería

El autor junto al presidente de la Diputación y el diputado provincial de Cultura.
El autor junto al presidente de la Diputación y el diputado provincial de Cultura.
Manuel León
23:09 • 21 abr. 2017

Uno se los imagina -a Fausto y a Jesús- en el estudio tremebundo del artista, encalomados sobre una cama turca, discutiendo inútilmente sobre el pasado y el futuro de Almería, de esa Almería de los primeros 70, en plena ebullición, una Almería a la que ambos querían con locura y con la que no se ponían de acuerdo;  dialogaban encarnizadamente ambos, mientras los pinceles flotaban en el aguarrás y el óleo se secaba en el lienzo, mientras por la ventana entraban haces de luz que reflejaban moneditas de oro en la pared del pintor.




Era, entonces -aún lo sigue siendo- un espíritu inquieto Fausto, curioso como una portera de Lavapiés, que trataba de desentrañar los misterios del indalismo. Y por eso pasaba tardes enteras con el gurú de ese pelotón fantástico, entre esotérico y pictórico, que llevaba animando la dormida vida cultural de Almería desde el año 47 de la pertinaz sequía.




Fruto de esa obsesión por su ciudad, por su provincia, por todo lo que oliera a almeriensismo, presentó ayer su autor, sentado en un escaño de la Diputación, este libro viejuno de ‘Los Indalianos’ escrito en su mayor parte hace medio siglo.
Durante todo ese tiempo, las voces de Alcaraz, de Cantón Checa, de Cañadas, de Capuleto, Gómez Abad, López Díaz y el propio Perceval, han reposado en un cuaderno apilado  en alguna estantería de la casa del autor, en la Plaza del Carmen. Tiene, por tanto, ese valor de lo que ha descansado, de lo que ha adquirido bouquet porque ha sabido esperar. Lo dijo Gabriel Amat “Cuanto más tiempo tiene, más bueno está.




La obra editada por el Instituto de Estudios Almeriense, se nutre de las conversaciones que mantuvo el autor con los fundadores del Movimiento, entre 1973-1975, a través de 50 preguntas tipo encuesta. En esas páginas que vieron ayer la luz por primera vez aparece el indalismo más como movimiento que como escuela, apoyado por Eugenio D’ors. Y aparece también su influencia social, el debate sobre la existencia de una técnica indaliana, el misterio que lo atrapa, el cine y La Chanca, sobre todo La Chanca.




Son confesiones de gente que habló, sintió, respiró Almería quizá más que nadie. Porque, entre cafés cortados y veladores, entre sobres de bicarbonato y camareros de chaquetilla blanca, entre paseos peripatéticos por el Parque, parlamentaron sobre todo lo que tenía que ver con Almería: desde el vuelo de la mosca urcitana a los antiguos arcabuces de la Alcazaba.




El atropello de un guardia
Tiene, por tanto, este trabajo caudaloso de 500 páginas, generoso en datos y vivencias, de Romero-Miura, el  vahído testamentario de una generación de pintores que compartían tertulias y estilos de vida y del que solo queda vivo uno. Estuvo luminoso el autor ayer, rescatando pasajes de sus vinculos con los indalianos, adornándose, como un torero, con los recuerdos, como aquel que le queda de Perceval, cuando quiso atropellar a un guardia municipal que lo había multado frente a la tienda de Tejidos Fadrique y le dijo al agente: “Joven, yo soy hijo predilecto de esta ciudad”; como aquel en el que el autor de La degollación de los inocentes urdió la Noche de los indalos rojos para que los jóvenes pintaran las calles.




El culo de la Bardot
Dio también el autor algunos brochazos simpáticos  de esa Almería del cine, tan indaliana, que él conoció y palpó, como el culo de Brigitte Bardot en la terraza del Costasol: “después de eso, claro, me negué  a darle la mano a nadie”.
Sale a la luz almeriense este libro justo 70 años después de la presentación en sociedad de los indalianos en el madrileño Museo de Arte Moderno de Madrid, con Eugenio D’ors de padrino estelar y el totem del hombrecillo -Indalo el Marujo- como marca registrada.




Un leguleyo con gusto por el relato
Por el Salón de Plenos de Navarro Rodrigo transitaron ayer para escuchar a Fausto -un letrado más aficionado al relato que a los pleitos- viejos y nuevos indalianos, almerienses que quisieron saber un poco más de esa vorágine de arte, prehistoria y simbolismo que fue el indalismo en ese tiempo de calma chicha que era Almería, esa ciudad en la que nunca pasaba nada. En una tarde de viento de Levante -el más indaliano de todos- se acercaron a empaparse de la oralidad de Fausto -escoltado por Gabriel Amat y Antonio Jesús Rodriguez- almerienses como Dionisio Godoy, Carlos Pérez Siquier o Francisco Moncada, entre otros.



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