La grandeza de un hombre sencillo

Paco Sierra transmitió su carácter al Club de Mar, donde se convirtió en una auténtica referencia de la hostelería

Paco Sierra falleció el pasado miércoles.
Paco Sierra falleció el pasado miércoles.
Carlos Lucas Sierra
16:00 • 21 abr. 2017

El pasado miércoles falleció Francisco Sierra Sánchez, propietario del Restaurante Club de Mar de la capital. Paco estuvo al frente del restaurante hasta el final, y fue solo hace unas semanas cuando la enfermedad consiguió apartarlo de su puesto al timón del negocio al que dedicó su vida. 




Hombre sencillo, serio y trabajador, discreto y de trato exquisito, Paco Sierra transmitió su carácter al restaurante, del que siempre quiso que fuera un referente por la calidad de su materia prima y por un estilo de cocina arraigada en la tradición almeriense.




Nacido en 1943, fue el tercero de seis hermanos, y desde joven tuvo claro que seguiría los pasos de su padre, Francisco Sierra López. Y así, tras pasar por la Escuela de Hostelería, comenzó a trabajar en el Club de Mar, cuyas riendas acabó recibiendo de su padre allá por el año 1997, coincidiendo con el traslado de la entidad a sus actuales instalaciones desde las originales en Pescadería, levantadas en 1956.




Trayectoria
El trabajo era su gran pasión y su vida, y siempre gestionó hasta el último detalle. Horas antes de que los salones bañados por la luz de nuestra costa se llenaran de actividad, él ya recorría la Plaza y los bancos haciendo mil gestiones, y hasta que el último cliente del turno de cenas no abandonaba la terraza acariciada por la brisa marina, él no daba por terminada la jornada y regresaba al hogar.




Solo su familia conseguía alejarlo a ratos de su puesto al pie del cañón. Y entonces, junto a su mujer, Candela, sus hijas María del Mar y Cande, y su hijo Fran, disfrutaba de los juegos y las risas de sus nietos. Y será precisamente su hijo quien recogerá su testigo. Algo que ya inició en parte al hacerse cargo de Catamarán, el ‘hermano pequeño’ del restaurante Club de Mar, más juvenil y desenfadado, pero con la misma filosofía que tres generaciones de hosteleros han mimado y cultivado.




Se ha ido un referente para la hostelería almeriense, pero sobre todo un hombre bueno y honesto, alguien que se preocupaba tanto de los demás, que a veces se olvidaba de ocuparse de sí mismo. Una de esas personas de quien nadie nunca habló mal, sencillamente porque todo en su vida fue intachable.






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