La antigua calle de Calderón

Desde 1886 se le dedicó la calle al Obispo Orberá, promotor del colegio de la Compañía de María

Eduardo D. Vicente
14:13 • 26 abr. 2017

Fue una de las grandes avenidas que se gestaron en la ciudad a partir del derribo de las murallas y la expansión hacia levante en la segundad mitad del siglo XIX. En el año 1872 el Ayuntamiento de Almería aprobó la línea y rasante de la que  entonces se llamaba rambla de Hileros, bautizada unos años después con el nombre de calle de Calderón. Aquel escenario también llegó a ser conocido con el nombre de ‘Paseo de los Pescadores’, ya que antes de que allí se empezara a construir el nuevo Mercado de Abastos, fue el lugar elegido por los vendedores de pescado para instalar sus puestos ambulantes .


La calle de Calderón nacía en la Puerta de Purchena y se prolongaba en descenso hasta la desembocadura de la Rambla de Belén, paralela al Paseo, que también había sido una de las consecuencias urbanísticas del derribo de las murallas y el crecimiento urbano hacia levante. 


Pronto, la calle tuvo el prestigio que le dieron algunos edificios importantes que en ella se instalaron, como fue el del gran  teatro Apolo, que desde 1882 ocupó el solar dejado por el antiguo teatro de Calderón, contribuyendo al realce de la avenida. En aquellos tiempos la calle estaba dividida en dos andenes y en medio el viejo cauce. Existía un puente rústico construido con maderas frente a la misma puerta del teatro que comunicaba las dos aceras.




Desde finales de 1886 la calle de Calderón llevó el nombre del Obispo José María Orberá  y Carrión, que había fallecido ese mismo mes, y al que la ciudad quiso reconocer públicamente, por las muchas obras dejadas durante su mandato, entre ellas la del edificio del colegio monasterio de la Compañía de María, una obra promovida por el propio pelado, que puso la primera piedra en 1882. 


Dos años después del comienzo de las obras del colegio religioso se iniciaron los trabajos para levantar los muros de defensa de los malecones y proteger la calle de los terribles efectos de las riadas.




Desde 1892 la calle se revitalizó con la puesta en funcionamiento del nuevo Mercado Central, que cambiaría el alma de la avenida. Desde entonces, la presencia de mercaderes fue una constante en la calle, provocando en muchas ocasiones las frecuentes quejas de los vecinos. 


En 1905, las protestas vecinales vinieron por culpa de los malos olores que inundaban la avenida debido a un cauce de aguas corrompidas que bajaba procedente de los urinarios de la Puerta de Purchena, que mal acondicionados habían abierto una vía a lo largo de la calle del Obispo Orberá, dibujando un río de inmundicias que en algunos sitios llegaba a formar charcas y lagunas. 




A finales de 1908 la opinión pública pedía una gran reforma, lo que entonces llamaron “la reforma de las reformas que Almería necesita”, y que consistía en cubrir la Rambla como lo estaba la del Darro en Granada y convertir la calle del Obispo en un gran paseo. 


Fue una aspiración que no llegó a realizarse, aunque sí se  consiguió que la vieja calle de Calderón o del Obispo Orberá fuera remozada para adaptarla a los nuevos tiempos. En 1910 se iniciaron los trabajos con la rectificación de rasantes, una obra que fue necesario llevar a cabo para suavizar la pronunciada pendiente de la calle. El Ayuntamiento se comprometió a costear las reparaciones en los trancos y portales de las casas, que tras la reforma quedaron muy por encima del nivel de la calle obligando a sus inquilinos a meterse en obras. 


De nuevo, con la transformación de la calle, llegaron las quejas de sus habitantes, en continua batalla con los mercaderes que en ella se asentaban a diario. “Una calle tan hermosa, tan urbanizada, no merece estar convertida en mercado de cebollas, de tripas, de caña dulce y otros artículos que allí se exponen para la venta”, protestaban los vecinos. 


Para entonces, la muy antigua calle de Calderón presentaba un aspecto renovado, como también su entorno debido a las necesarias obras del encauzamiento de las ramblas, un proyecto que se hizo imprescindible tras los terribles efectos que la tormenta del once de septiembre de 1891 provocó en la ciudad. 



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