Pasión por los rellanos

Mar de los Ríos
01:00 • 29 abr. 2017

El Apolo se hubiese quedado pequeño para Vecinos, y siento que el Maestro Padilla no esté a rebosar como merece la calidad de la propuesta. Es el sello de Delicatessen para quien no lo sepa todavía. No importa, correremos la voz del amor sentido para que llegue a quien tenga el alma abierta.
Vecinos es un espectáculo protagonizado por Carlos Chamorro y Mariana Collado, dos bailarines, bailaores, enamorados de su profesión, de dilatada trayectoria y sobrado currículo para subyugarnos a todos.


Tradición y sorpresa Comienza en fundido en negro y silencio total para que él aparezca como un robot que avanza con las manos extendidas vestido con pantalón negro y camisa blanca. Ella sale también de la oscuridad y de pronto todo es luz y flamenco. Sentada en una silla de enea, lleva una lamparita y un portarretratos en la cabeza, bebe en una taza. Se para la música. Van alternándose las imágenes. Él transporta cajas que resultan estar llenas de globos blancos. Ella es música, mientras se riega las piernas, que resultan ser macetas o lee un libro. Él sigue como su mudanza en silencio.
Y la música se abre paso tímidamente, mientras el baile comienza a tomar cuerpo a través de Carlos. Todo es mezcla, todo es sorpresa, corta la cinta de todos los globos, los une en una mano, oscuridad, campanas… y los deja volar…


Mariana y su fuerza Aparece una Mariana vestida de negro y con flores en el pelo y en las manos a lo Frida Khalo. Deja caer los pétalos en le suelo, pájaros y música de arpas, hacen vibrar a su cuerpo entre lo clásico y lo contemporáneo. Nos tiene.
Pero la guitarra flamenca va tomando cuerpo. La voz al cante de una mujer nos mece. Ella vive con ardor/ que ningún hombre cata/que más dulce que el azúcar/ la mejor de las mulatas. 




El lápiz inocente Se suceden las imágenes de audiovisuales de árboles y pájaros como pintados a lápiz con trazo infantil, nos llenan los ojos de infancia. Los vecinos, que hasta ahora han ido alternándose en el escenario, van acercándose poco a poco. Pasan de ser dos cuadros, a alargan sus manos y comenzar a desearse. Ya saben que existen. 
El muro de lápiz que parece que los separa se va derribando entre ellos. Empiezan su baile al unísono, se proyectan al cielo y se abren. El suelo ya es azul, cuando hasta ahora parecía negro. 


Voz del amor Una voz de viejo argentino se convierte en la puerta del amor que todos atravesamos a un tiempo, mientras Carlos y Mariana se enamoran de cuerpo entero.
Hoy llueve mucho, mucho y pareciera que están lavando el mundo. Parece que mi vecina está escribiendo una carta al hombre que vive con ella. Le lava, le cocina, pero no se miran. Él entra a la casa por una ventana y no por una puerta. Por la ventana no se entra ni a una mujer, ni  al alma. El amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa. Mi vecino tiene tormentas en la boca, palabras que nacen y mueren en la misma noche. Como el silencio entre dos rosas. A mi vecino que mira la lluvia a mi corazón desterrado. 




Pasión flamenca Pero el flamenco siempre vuelve, parece ser el cenit de sus pies y un violín loco de pasión grita: que te quiero, que te quiero… yo lo escucho con nitidez. 
Él hace aviones de papel que tira por la ventana. Las imágenes de la pasión deseada toma cuerpo con dibujos a lápiz que nos transportan a la naturaleza, a donde se brindan por el deseo.


Vestuario rotundo Después, el vestuario de Mariana se vuelve rotundo, lleno de flores y capas superpuestas que se irá quitando conforme culminen lo que ya nadie puede parar. Con bata de flores rojas, otra más en el pelo, baila sola, con un ruido de máquinas, mientras  se saca una taza y va a casa de su vecino a que le ponga harina. Danzan juntos, felices de compartir. Al llegar a casa, ella tira la harina para volver a pedir, para volver a bailar y sentir esa complicidad. Él llega con un saco de harina y se lo tira a sus pies. Ella se siente pletórica mientras cocina truchas a la sal. Baila. Todo muy sustancial.
Y ya ha picado el amor en los dos, en realidad entre todos los allí presentes. Un reloj, un piano, la cita definitiva entre ellos. Se sientan, se miran con embeleso y se cogen y dejan las manos. El flamenco lo pinta todo de color. Necesidad, cosquillas, flor, dice la voz… azul, sonrisa, océano, piel, futuro, amor, velero, unión, unión… Bailan otra vez al unísono, danza conjunta de pareja. Mano pared, íntimo, deseo… Las palabras zigzaguean entre el aire…
Yo no quiero imaginar decir en voz alta todos los pensamientos míos. (Canta un flamenco) Mi corazón busca tu boca, se sientan en misma silla. 
La complicidad, la sensualidad que transmiten los Vecinos es algo que sacude a la platea y así queremos devolver el goce, aplaudiendo cada baile que nos regalan. 




Argentina El tango y la voz argentina están presentes a cada rato, por ejemplo con la letra de Andrés Calamaro. Debería ser prohibido haber vivido y no haber amado. Jugar con fuego, puede ser que me lastime y nos quememos los dos. Por eso tírame un hueso, que sigo preso de nuestro juego, jugar con fuego. 
A partir de entonces todo son risas, brindis, luces de colores en una noche estrellada, vino, flamenco, tangos…pasión…
Los globos blancos de la mudanza de él acaban en la terraza de ella y sus flores, en una especie de escultura que hacen entre ambos, escenificando así su unión. Sentados muy juntos contemplan una película de los años 20. Gente por la calle, parejas por las aceras y una chica que se despide de nosotros con una gran sonrisa: The end.
Felicidades a Mariana, esta almeriense que supo amar a los paisanos que acudimos  a su edificio de arte. Felicidades a Carlos y a su hermosa sonrisa de cuerpo entero. Amor infinito de vuelta para estos originales Vecinos que están triunfando por el mundo entero por derecho.



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