‘Espanto, bombardeo de Almería’, de Ramón Gaya

El Museo de Doña Pakyta ofrece la posibilidad de contemplar esta obra singular, testimonio de nuestra historia, creación de un artista comprometido con la sociedad de su tiempo

Espanto, bombardeo de Almería (Ramón Gaya, 1937, óleo sobre lienzo).
Espanto, bombardeo de Almería (Ramón Gaya, 1937, óleo sobre lienzo).
Ramón Crespo
23:11 • 22 jun. 2017

Almería es el escenario en el que se inspira el artista murciano Ramón Gaya para pintar dos obras muy diferentes entre sí, tanto por su técnica y soporte como por su temática. La primera es un gouache sobre papel: Luis Cernuda en una playa de Almería, fechada en 1934; la segunda: Espanto, bombardeo de Almería, de 1937, un óleo sobre lienzo que estos días se puede contemplar en el Museo Doña Pakyta, gracias a un préstamo del Museo Ramón Gaya, cuando se cumple el ochenta aniversario del bombardeo de Almería. 




Sólo unos años separan una obra de otra, y sin embargo parece que pertenecen a distintos mundos y épocas. Sabemos que el poeta sevillano es uno de los artistas, junto a Gaya, que participa en las Misiones Pedagógicas, acercando la cultura a muchos de esos pequeños pueblos de España. Cernuda visita Almería, al menos, en dos ocasiones. En una de ellas viaja hasta Garrucha, dejando testimonio de su estancia en una hermosa carta que le envía a su amigo Bernabé Fernández Canivell. Tal vez coincidieron ambos, Cernuda y Gaya, durante esos días en Almería. No lo sabemos, pero el hecho es que en el gouache de Gaya, de trazo rápido pero sugerente, vemos a un jovencísimo poeta tumbado en las arenas blancas de una playa almeriense, ajeno al horror de la guerra que asolará este país, un par de años después.




La actitud y el compromiso político de Gaya lo vinculan ya desde esa época a la República. El artista envía a la Exposición Internacional de París, de 1937, dos cuadros: Niños de Málaga y Palabras a los muertos. A juzgar por los títulos podrían tener alguna relación con uno de los sucesos más trágicos de la Guerra Civil: la huida de Málaga, en la que miles de hombres, mujeres y niños, huyen por la carretera de la costa hacia Almería, perseguidos por las tropas fascistas, siendo tiroteados desde los barcos y los aviones de guerra. En aquel pabellón español de la Exposición Internacional de París, obra de Josep Lluis Sert y Luis Lacasa, se muestra por primera vez el Guernica, un encargo de la República española a Picasso, junto a obras tan conocidas como La Montserrat de Julio González o Fuente de mercurio de Alexander Calder




Al año siguiente, 1938, Gaya se traslada a Barcelona y participa en la Exposición Trimestral de Artes Plásticas. Para esta muestra presenta un cuadro, pintado en mayo de 1937, sobre un trágico acontecimiento ocurrido también en Almería, el bombardeo de la ciudad por barcos alemanes que provoca el pánico y la muerte entre la población civil. 




La discusión en los ambientes artísticos de esa época es si el arte tiene que estar al servicio de la propaganda política, algo que defendía Josep Renau, Director General de Bellas Artes, contrariamente a lo que pensaba Ramón Gaya. Frente a la posibilidad de reflejar desde un planteamiento político y propagandístico la destrucción y el caos, Gaya decide pintar sobre los presupuestos que él mismo defiende, en una carta que le escribe, en marzo de 1937, a su amigo Juan Gil-Albert:“En vez de pedir un arte social y de contenido político, sería necesario pedir un arte verdadero, intenso, emocional, pasional de carne y vida“. A través de la correspondencia que mantienen Juan Gilabert y Ramón Gaya, publicada en la revista Hora de España, conocemos los pormenores de este debate sobre el arte en tiempos de guerra.  




Gaya pinta Espanto, bombardeo de Almería siendo fiel a esos principios. La escena, ambientada en la oscuridad de la noche, iluminada sólo por un resplandor, muestra a dos mujeres junto a un cuerpo que yace muerto, mientras otra levanta sus brazos en claro gesto de desesperación. Esta mujer con el pecho descubierto recuerda a la heroína de La libertad guiando al pueblo de Delacroix. El resplandor causado por los incendios deja entrever además los muros derruidos de una casa, y al fondo el mar y las nubes en el cielo negro de la noche. De esta obra destacaba Sebastiá Gasch “la sencillez, la firmeza y la dignidad”.




Pero sobre todo la luz de este cuadro nos trae a la memoria la luz de Los fusilamientos de mayo, de Goya, y no es casual que el artista murciano hubiera realizado, unos años antes, una copia para el Museo Ambulante de Misiones Pedagógicas. La presencia de la figura caída, los gestos de dolor, la mujer con los brazos levantados … algo de aquel espíritu goyesco está presente en Espanto. Pero la pincelada de Gaya no ignora los diferentes movimientos de vanguardia que revolucionaron el canon durante el primer tercio del siglo XX. Sólo con unos trazos el pintor perfila las figuras femeninas, definidas con sobriedad y maestría, desde una total libertad de ejecución. Gaya, igualmente conocedor de la obra de Velázquez, no olvida tampoco, y quizás el tema lo exija, esa tradición de la pintura española inmersa en la veta trágica de las pinturas negras. Y sin embargo, el artista se aleja en Espanto de un exceso de dramatismo para destacar sobre todo el desamparo y la valentía de unas mujeres indefensas, resaltando con ello que los bombardeos tenían como único objetivo la población civil. 




Ramón Gaya obtiene con esta pequeña pero extraordinaria obra el primer premio de pintura de la Exposición de Barcelona, en 1938. Un cuadro que los almerienses deberíamos considerar nuestro Guernica, por muchos motivos. Tienen ustedes, ahora, la oportunidad, si visitan el Museo de Doña Pakyta, de contemplar esta obra singular, testimonio de nuestra historia. Una imagen que quedará en la memoria colectiva gracias a un artista comprometido con la sociedad de su tiempo, pero que fue siempre fiel, más allá de cualquier consigna política, a sus ideas de lo que debería ser un arte verdadero. 



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