Ponen a la venta la casona donde murió el industrial Ramón Orozco

La vieja hacienda de Las Alparatas del hombre más rico de la Almería del XIX es ahora el Restaurante La Capilla

Un millón de euros es el precio por el que sale a la venta la vieja hacienda de Ramón Orozco.
Un millón de euros es el precio por el que sale a la venta la vieja hacienda de Ramón Orozco.
Manuel León
11:55 • 14 sept. 2017

La gran hacienda de Las Alparatas (Mojácar) donde murió Ramón Orozco Gerez, uno de los hombres más ricos de la Almería del siglo XIX, ha sido puesta a la venta por 1,1 millón de euros.




El actual propietario de esta casona, con tanto polvo histórico acumulado, es el empresario hostelero Manuel Navío, quien regenta en ese entorno el Restaurante La Capilla y también es promotor del Camping El Cantal de Mojácar.
La finca disfruta de una superficie aproximada de 3.300 metros e incluye el restaurante con una capilla interior original reconvertida en comedor, las dependencias domésticas de la familia y unas buhardillas.




El entorno se complementa, en esa aldea rural parada en el tiempo, con una gran masa vegetal y de jardines que casi ocultan, como en un eclipse, los muros de mampostería de la mansión, la madera de sus puertas y alféizares, el hierro de sus rejas y las tejas de su generosa techumbre a varias aguas. Grandes palmeras, palmitos, cipreses y limoneros rivalizan en altura intramuros tras la cancela negra.




A su lado hay un cartel con los horarios del fogón para cenar durante las noches de verano y, enfrente, en el comienzo del camino viejo de Turre, como un centinela, aparece un eucalipto balsámico de tamaño descomunal.




Entrañable  aldea
Aguanta también en pie la casa enana de José el pastor, también a la venta por 50.000 euros, junto a un discreto huerto de naranjos y vestigios de viejas balsas de riego que un día regarían con esplendor esos campos hoy semiabandonados desde los que se atisban las casitas blancas de Mojácar como flotando en la última giba de Sierra Cabrera.




Casi todo se exhibe decadente en esta humilde aldea del Levante almeriense, vieja de sangre, con sus pintorescas casas de aparceros derruidas, con sus chimeneas desmochadas y los vanos mellados de sus ventanas por el paso del tiempo. Solo una casa respira algo de vida con la ropa tendida  en un alambre que aparece delante de un postigo. Solo esa casa y la enorme mansión del editor e historiador Juan Grima Cervantes, quien tiene allí ubicada la sede de Arráez Editores, en donde muchos metros antes de entrar ya llega ese aroma a papel viejo de las viejas imprentas. Grima ha oído de sus mayores cómo Las Alparatas fue un día un lugar animado y especial, habitado por cortijeros regatones, parraleros y muleros que a la caída de la tarde se reunían a conversar junto a la era.




Allí convivieron, con los Madariaga que eran también descendientes del gran Ramón Orozco, familias campesinas como la de Frasquito Morales, las hermanas de Antonio Carrillo, Los Floríos, Cristobal Sobón, Catalina Montoya y los labradores de doña María Estada, junto a otras entrañables aldeas casi deshabitadas hoy como Cuartillas o El Corral Hernando.




El burgués liberal que levantó un imperio
Decía una de sus descendientes, la profesora de historia de Vera, Angela Cervantes Párraga, que había escuchado siempre de sus mayores que  no había nadie que pudiera sostenerle la mirada a Ramón Orozco, que sus ojos azules escrutadores eran como los de un juez inquisitorial. La vida de este prócer almeriense (Vera  1806-Mojácar 1881), a tenor de su legado, de sus hazañas políticas, de sus aventuras mineras, de sus haciendas rurales, de sus fracasos metalúrgicos, de sus pelotazos urbanísticos decimonónicos, no tiene parangón en la provincia.


El profesor Sánchez Picón, quien más ha tratado de escrudiñar el alma de este patricio veratense ha ratificado en numerosas ocasiones  que Orozco fue durante décadas el hombre más rico de Almería, cabeza de una estirpe política  y económica que se ha extendido durante varias generaciones. Qué convirtió a este hijo de labrador, hacendado pero a fin de cuentas labrador,  en una de las principales fortunas de Andalucía,  en un Ciudadano Kane decimonónico. No había nada (o casi nada) que se propusiera este burgués liberal que no consiguiera fruto de un ímpetu difícil de entender en unos tiempos en los que las diferencias de clases y las oligarquías estaban muy encasilladas.


Una biografía sin  igual  
En primer lugar, los autores que han buceado en su biografía como Miguel Flores Grano de Oro, Santisteban, Juan Grima o el propio Sánchez Picón, coinciden en señalar que recibió una completa educación y que pronto heredó de su padre una gran pasión por la política y por el liberalismo. Fue en 1835 capitán de las Milicia Nacional de Vera, contando con la colaboración del Marqués de Salamanca entonces regidor de la ciudad veratense, y pasó a ocupar la Alcaldía mayor de su pueblo natal, compatibilizándola con la administración de su ascendente hacienda.


Pero lo que supuso su encumbramiento económico fue el descubrimiento del filón minero de Sierra Almagrera, coincidiendo con su debut como diputado en el Congreso, en tiempos de luchas carlistas. Ramón Orozco maniobró con rapidez  y registró la mina Observación, una de las vetas más generosas de la sierra cuevana que le rentó muchos cientos de reales en pocos años. Con ese capital compró fincas de los descendientes del Duque de Alba y bienes en la capital producto de la Desamortización de Mendizábal junto al convento de San Francisco. Se hizo una casona con huerto en lo que hoy es el Mercado Central y promovió a partir de 1855 el derribo de la Muralla medieval obteniendo pingües beneficios con el ensanche burgués de lo que hoy es el Paseo.


Tuvo once hijos y decenas de nietos que fueron ricos desde la cuna. Ramón, el gran Ramón, se retiró a las Alparatas tras la muerte de su mujer Ana Segura. Allí convivió, en esa casa que ahora se vende, con sus cortijeros y aparceros los últimos años de su vida. Fue enterrado en el cementerio de Mojácar, pero sus descendientes lo trasladaron años más tarde al panteón familar del cementerio capitalino de San José y Santa Adela, donde reposan desde entonces los huesos de este prócer decimonónico de la provincia.



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