Forjando hierro entre notas musicales

Guillermo G. Prados, conserje del Conservatorio, ha expuesto en la Feria de Arte Contemporáneo de Tetuán

El escultor posa con sus obras más representativas, de temática tradicional.
El escultor posa con sus obras más representativas, de temática tradicional.
Alicia Sánchez Romero
21:21 • 12 oct. 2017

La dureza del hierro se rinde a la sensibilidad de Guillermo G. Prados, que, sin más ayuda que sus propias manos, transforma este metal en arte. Esculturas de estilo realista con motivos flamencos son la especialidad de este artista que, curiosamente, compagina la pasión de su vida con su trabajo vespertino como conserje en el Real Conservatorio Profesional de Música de Almería. 




Prados, natural de Vélez de Benaudalla, provincia de Granada, y afincado en la capital almeriense desde hace cuarenta años, ha expuesto sus obras en la Feria de Arte Contemporáneo de Tetúan y en la galería ArteAdiscar de Málaga, de la galerista Margui López, en dos ocasiones. “En esta galería se organizan lo que se conoce como ‘picassianas’, que son unas exposiciones de temática taurina en honor al pintor malagueño, con obras de diversos artistas, tanto de pintura como de escultura”, explica Prados, y añade que, tanto en Málaga como en Tetuán “siempre he tenido mucho éxito”, y bromea con la ingente cantidad de fotos que han protagonizado sus figuras: “A los visitantes les llamaban tanto la atención que, si me hubieran pagado por todas las fotos que se han hecho con ellas, ya habría cubierto el precio de alguna de ellas”.




Precisamente es en estas exposiciones donde, según confiesa el escultor, la pregunta que más le repiten es la de por qué no se dedica exclusivamente a desarrollar su actividad artística. Su respuesta, comenta, siempre es la misma: “El arte hay que pagarlo, y ese es el problema actual de los artistas. No podemos vivir de esto porque la gente no está dispuesta a pagar el precio de nuestras obras, que es un reflejo del tiempo que invertimos en hacerlo y de la exlusividad de las piezas, entre otras cosas”.




Las de Prados “son piezas únicas, exclusivas, cuando hago una figura, ya no la repito”. El artista explica también lo complicado de trabajar con un material tan poco utilizado en las artes plásticas: “Trabajar con hierro es muy agradecido, pero muy complicado. Al igual que los orfebres, trabajamos con buriles, con golpecitos vamos tallando el hierro, pero este se endurece y tienes que recocerlo, por lo que el proceso es realmente largo”. Todo ello encarece el precio del proceso, por lo que  sus figuras están tasadas en cifras que superan con creces el millar de euros.




Prados manifiesta que es complicado venderlo en España, por lo que está pensando en viajar al extranjero: “Estas piezas funcionan muy bien en países como Estados Unidos o Japón, donde la cultura tradicional española se valora mucho artísticamente”. A la pregunta de por qué toda su obra gira en torno a esta materia, el escultor responde que “es un patrimonio nacional que no se ha sabido vender”, y añade que “pese al movimiento antitaurino, hay que abrir la mente y saber ver que es algo que sigue atrayendo mucho, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras”. 




Comienzos
Su trayectoria comenzó cuando cursó en Motril estudios artísticos en la Escuela de Artes de Motril, de los 14 a los 19 años,  y allí fue donde descubrió sus dotes como escultor: “Tuve un profesor que me enseñó forja artística, y no tardó en decirme que tenía cualidades para ello, por lo que me enseñaba aparte, iba más adelantado”. 




Prados cuenta, también, que la forja con hierro le vino a raíz de su pasado como chapista: “Yo era chapista desde niño, y lo compaginaba con mis estudios de arte, por lo que decidí, con la ayuda de aquel profesor, trabajar con el material con el que me había criado y que para mí era tan familiar”.  Así, comenta que, al ser una disciplina tan complicada, al principio fue realmente duro: “La primera escultura se me estropeó entera después del largo proceso de elaboración, y tuve que hacerla de nuevo hasta que salió perfecta, es complicado reproducir todos los detalles perfectos”.




Parón artístico
Sin embargo, tras su época de estudiante, Prados tuvo en su vida artística un parón de 20 años en los que no realizó ni una sola pieza y se dedicó a otros trabajos. Pero su pasión volvió a brotar tras un arrebato de nostalgia, y retornó con más fuerza. Afirma que es complicado compaginarlo con su trabajo en el Conservatorio, aunque confiesa que, si se dedicara en exclusiva a esta faceta, se perdería la magia: Las personas que tenemos una sensibilidad, tan necesaria para este oficio, desde el momento en que la descubres, la desarrollas por placer, y me da miedo empezar a verlo como una obligación”.


No obstante, Prados comenta que pedirá la jubilación anticipada para “construir un taller donde trabajar tranquilamente y gozar lo que no he gozado antes”. También le gustaría aprovechar para realizar esos viajes al extranjero para exponer una muestra de sus piezas más representativas.



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