Cómo las burbujas de filtros están cambiando el mundo

La Voz
01:00 • 23 oct. 2017

Nuestra percepción de la realidad no viene limitada y sesgada solo por nuestros sentidos, sino que también se ve determinada por factores como la cultura, el contexto o las expectativas, tal como apuntan los expertos. Pero para sucesos que ocurren más allá de nuestro entorno, hay otro factor que afecta a nuestra percepción y son las fuentes de información por las cuales pretendemos conocer la realidad que nos rodea.


A medida que ha ido pasado el tiempo, este número de fuentes ha ido aumentado exponencialmente, hasta una situación incluso de saturación. Esto en un principio parece positivo, ya que a mayor número medios de comunicación alternativos más información y por lo tanto mayor facilidad para poder conocer un suceso desde distintos puntos de vista. Pero diversos estudios y expertos sugieren que este hecho está resultando incluso hasta contraproducente y la gente se está encerrando en sus propias burbujas de información dando lugar a opiniones cada vez más polarizadas.


Una de las consecuencias de este exceso de información la dan en la guía digital de 1and1: “A consecuencia del exceso de datos, el consumidor pierde de alguna manera la capacidad de decidir si debe comprar el producto o no y con ello se debilita su percepción. Así pues, a partir de entonces ignora información inconscientemente debido a que la mayoría de datos que recibe no tienen ninguna utilidad para él.”




Los filtros burbuja: causas y consecuencias


Pero el problema de este exceso de información no es solamente el filtro a la información que impone nuestro cerebro, también lo son los filtros impuestos por los algoritmos de los motores de búsqueda y las redes sociales. En este sentido, fue el ciberactivista Eli Parser, el que acuñó el término “filter bubbles” (burbuja de información), para describir el fenómeno por el cual, las grandes multinacionales digitales como Google o Facebook, estarían afinando cada vez estos algoritmos para que estos arrojaran los resultados que realmente queremos ver.




La sencilla prueba de que esto es verdad es simple. Al realizar una búsqueda en el motor de búsqueda por excelencia, es decir Google, desde dos dispositivos distintos, se comprueba que los resultados pueden ser radicalmente diferentes. La explicación de este hecho viene dado porque el buscador se nutre del historial de navegación en Internet y otros datos para afinar dicha búsqueda alineándola con sus intereses. En palabras del propio Pariser: “Son los códigos los que deciden qué información entra en nuestras consciencias, una visión del mundo a medida.”


Por supuesto, no todo el mundo está igual de expuesto a quedar “encerrado” en una de estas burbujas. En este sentido, según un estudio de la Indiana University, aquellos que utilizan las redes sociales como medio de información corren mayor riesgo de quedarse atrapados en una burbuja informativa personalizada que aquellos que también utilizan los motores de búsqueda.




¿Y realmente cuál es el riesgo de todo esto? Según algunos expertos, la creación de tu propia realidad auspiciada por los algoritmos de búsqueda e incluso por las noticias falsas, pone en riesgo la misma democracia, hasta el punto que incluso puede que las redes sociales hayan llegado a ser decisivas en la victoria electoral de Trump. Así pues, cuando un individuo utiliza redes sociales como Facebook verá en muchas ocasiones información o publicaciones que refuercen sus ideales y opiniones, y no que las contradigan, para que este se sienta cómodo. Este hecho puede llegar a provocar que dicho individuo piense que su opinión es más mayoritaria de lo que realmente es.


En la misma línea, estas burbujas de filtros pueden provocar una mayor dificultad para entender las opiniones contrarias y la generación de un debate sano. Esto mismo se puede ver estos días en la grave crisis de Cataluña, ya que los puntos de vistas de unos y otros parecen cada vez más alejados y la disponibilidad al dialogo se ve cada vez más mermada incluso entre amigos y familiares.


La solución a este embrollo sería la creación de unos algoritmos más transparentes y la posibilidad de desactivarlos siempre que quisiésemos. Pero por supuesto, también la solución pasa por una mayor concienciación y conocimiento de cómo funcionan estos algoritmos y la fomentación de un mayor espíritu crítico y dialogante que permita a la sociedad abrir espacios de debate y ser tolerante con la diversidad de ideas.



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