Los orines también serán sancionables

La última Ordenanza Municipal sobre animales de compañía hace hincapié en la obligación de los dueños de cuidar que éstos no orinen ni defequ

la céntrica  Plaza de Careaga es uno de los espacios más castigados por los orines y los excrementos  de los perros.
la céntrica Plaza de Careaga es uno de los espacios más castigados por los orines y los excrementos de los perros.
Eduardo D. Vicente
01:00 • 19 nov. 2017

La convivencia entre los vecinos y los perros supone un problema difícil de abordar por las autoridades municipales. Existen unas normas que acaban de ser subrayadas en las últimas ordenanzas, pero que en muchos casos no se cumplen porque tampoco se vigilan y tampoco se sancionan como manda la ley. 

Basta darse una vuelta por las calles de la ciudad para comprobar que Almería está muy castigada por los excrementos y los orines de los animales. Hay calles por las que es preciso transitar esquivando deposiciones y hay barrios donde los dueños de los animales campan a sus anchas sin cumplir esa norma que le obliga a retirar lo que los perros expulsan de su cuerpo. 

Es verdad que en los últimos años se ha conseguido concienciar a una parte importante de la población propietaria de animales domésticos de que tienen que colaborar, y son muchos los ciudadanos que sacan a pasear al perro con su cargamento de bolsas de plástico para retirar inmediatamente las deposiciones, cumpliendo así con  las normas, pero también es cierto que el problema de la suciedad no se reduce únicamente a las cagadas de los animales. Cuando se saca a un perro a la calle también orina, quedando dicha meada instalada en la vía pública, a veces convertida en charco. Son muchos los dueños con bolsas que van retirando los excrementos, pero pocos los que impiden que el animal orine o que se preocupen después de disimular la meada utilizando agua y lejía. 

Hay lugares céntricos en los que el suelo está completamente profanado por los orines de los perros. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en la Plaza de Careaga, entre La Catedral y la calle Real, un escenario que de plaza tiene poco, un rincón pintoresco dejado de la mano de Dios que se ha convertido en los últimos tiempos en un urinario colectivo de perros. Allí llegan personas procedentes de los lugares más remotos del barrio que en vez de acercarse al Parque, donde existe un espacio reservado para las necesidades de los animales, prefieren la comodidad de la maltrecha plaza para llevar allí a sus mascotas. Una mayoría de estos vecinos recogen después los excrementos, es verdad, pero ninguno soluciona el problema de las meadas que acompañan a las deposiciones. 

Los vecinos de la plaza, los que no tienen perro, sufren el mal estado de salubridad del lugar. Los servicios de limpieza municipales pasan a diario, asean el suelo, pero unas horas después vuelve a estar lo mismo que estaba cuando empiezan a llegar los perros. Hay vecinos especialmente  afectados, como los que tienen negocios en la zona, que tratan de batallar en solitario con los dueños de los animales, la mayoría de las veces sin éxito. 

La necesidad de convivencia, de que los dueños de los animales puedan seguir sacando a sus mascotas sin causar molestias a los vecinos, se ve reflejada en la última Ordenanza Municipal aprobada recientemente sobre la tenencia de animales de compañía. Las autoridades municipales han hecho hincapié en la obligación de preservar la salud, tranquilidad y seguridad de los ciudadanos frente a los riesgos y molestias que pueden derivarse de la tenencia de animales.

Entre las prohibiciones que destacan en las últimas ordenanzas está la de mantener a los animales en lugares donde ocasionen molestias a los vecinos, tales como terrazas, azoteas, patios y balcones. “Está prohibido perturbar  la vida de los vecinos con ruidos emitidos por los animales”, dice una de esas normas de convivencia.

No hay nada más que darse una vuelta por el casco histórico, especialmente por el entorno entre la Almedina y la Alcazaba para comprobar que los terrados son refugio de perros y que los ladridos forman parte de la banda sonora habitual de sus calles. 

Otra de las prohibiciones es la de depositar alimentos en la vía pública. El suministro de alimentos a animales vagabundos o abandonados será también perseguido, para evitar la proliferación de animales indeseados como roedores o insectos que pudieran ocasionar efectos negativos en la salubridad pública. Por lo que se refiere a las normas de higiene, la ordenanza destaca que la persona que conduzca el animal está obligada a la recogida inmediata de las deposiciones, cuidando además de que el animal no orine ni defeque en aceras y otros espacios transitados por personas. 

Se subraya también la obligación de los dueños de llevar a los perros sujetos por una correa, sea de menor o mayor tamaño el animal, una responsabilidad que no todo el mundo cumple, y en recordar que aquellos perros que pesen más de veinte kilogramos tendrán que ir provistos de su correspondiente bozal.
 











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