"Hay mucho de postureo, de artificial, de idiotez en el mundo del arte"

Entrevista con el artista plástico Manu Muñoz, que cumple 25 años en el oficio y que este mes expone en la feria Scope Miami

Manu Muñoz, fotografiado en su estudio de Cabo de Gata, rodeado de sus lienzos y pinceles.
Manu Muñoz, fotografiado en su estudio de Cabo de Gata, rodeado de sus lienzos y pinceles.
Rosa Ortiz
01:00 • 01 dic. 2017

Inició su labor creativa en el mundo del grafiti en 1991. Dos años más tarde, decidió dedicarse por completo al arte. Desde entonces ha realizado numerosas exposiciones dentro y fuera de España. Japón, Bélgica, Estados Unidos, Alemania o Inglaterra son los países dónde se ha podido ver su obra. Este mes, expone en la feria Scope Miami. Se trata del artista plástico Manu Muñoz (Almería, 1977) que define su vínculo con la pintura como una especie de enamoramiento salvaje e inconsciente. Un estado febril de creación artística que ha vuelto a recuperar ahora, en su momento de mayor plenitud. 




- Se cumplen veinticinco años en el oficio.
- Quizás sean algunos más, seguramente porque mis inicios fueron un poco difusos. Podríamos situarnos en el verano del 92 pero, en realidad, no lo sé muy bien. 




 - ¿Recuerda el primer cuadro que pintó? 
- Sí, era a sanguina, una técnica similar al carboncillo, un paisaje de la playa del Cabo, con un señor sentado en un banco… 




- ¿Y qué pasó con él?
- Pues que lo colgué, lo vendí y aquello fue lo que me iluminó el engranaje del arte. Yo no tenía a nadie cercano, ninguna referencia familiar relacionada con la pintura. Y, de pronto, surgió aquello y dije: ‘hostia, por qué no’. Y al año siguiente me volvieron a invitar, llevé cinco cuadros y vendí los cinco. 




- Vaya éxito.
- Fue todo muy rápido. A los 18 años estaba trabajando con una galería de arte en Madrid. Cuando pensé en ser torero, estaba ya en mitad de la plaza con el traje de luces. Y sigue siendo muy rápido. Es la elasticidad del tiempo: ahora miro hacia atrás y siento que estos 25 años se han pasado en un suspiro. 




- ¿Está ahora en su momento más pleno?
- Mira, en la pintura, como en cualquier faceta de la vida, uno es consciente del momento en el que está tiempo después, cuando es capaz de ver las cosas con perspectiva. Pero sí pienso que estoy logrando liberarme de todos los prejuicios y de toda la cáscara que nos sobra, de los convencionalismos, de la jerarquía impuesta en el arte, de toda la idiotez que rodea al arte. 




- ¿Cuál es la idiotez que rodea al arte? ¿Un exceso de postureo?
- Sí, eso es, el postureo, todo ese punto de artificial que tiene. A la sombra de la subjetividad del arte es donde florecen muchos de los personajes que vemos. Posiblemente yo también, en algún momento, haya sido un gilipollas total...




- O sea, que a quien detesta es a aquellos que van de ‘artistas’.
- Uf, sí, yo estoy muy fuera de todo este rollo bohemio que rodea al arte. A mí la gente que va de artista me da un perezón tremendo. Tengo muy pocos amigos artistas y si me junto con alguno es porque vamos a hablar de fútbol, de mujeres y de cuatro chorradas más. De las cosas que hablan los tíos. La gente muy profunda me parece un coñazo. Porque no se puede estar ejerciendo de algo todo el santo día. 


- ¿El arte es trascendental o algo absolutamente primario?
- En realidad, ambas cosas. El arte es que alguien crea algo para decirte algo. Es un mensaje.


¿Y usted, para qué pinta?
- Para que el espectador que vea mis cuadros disfrute. Yo no soy un pintor político, solo quiero reivindicar la belleza porque creo que, en este mundo, no hay nada más potente. 


- ¿Podría vivir sin pintar?
- Sí, perfectamente. Al final, esta es la herramienta que he encontrado para llevar un poco de felicidad a la vida de los demás, pero podría haber sido cualquier otra. Yo pinto para mí, pero el lazo que me une con el resto de las personas es la emoción que provoco en el otro cuando alguien ve un cuadro mío y le encanta y lo disfruta. Esa es la idea. No hay más. 


- ¿Cuál ha sido el alimento de su espíritu a lo largo de estos años?
- Básicamente, el secreto ha sido estar con los ojos bien abiertos e intentar huir de lo que el destino, en teoría, tenía preparado para mi. En realidad, creo que lo que me mueve es una curiosidad innata fruto de lo que yo me aburría en la infancia. 


 - ¿Por qué se aburría tanto?
- Hombre, pues porque me crié en Cabo de Gata. 


- ¿Y no tenía amigos?
- Sí, los tenía, pero me sentía diferente, como en otra órbita.


- O sea, que al final, lo de pintar ha sido como una forma de exploración, de salir fuera de esos límites.
- Eso es. Porque cuando pinto lo que hago es trabajar esa curiosidad que me viene de fábrica. Cuando estoy haciendo el boceto de un cuadro nuevo puedo ver, diariamente, 15.000 imágenes en Flickr o Google de botánica, zoología, arquitectura, folclore... Me pongo delante de la pantalla y se me olvida que el mundo existe. 


Entra en una especie de trance.
- Posiblemente. Me olvido hasta de comer. De hecho, ahora estoy recuperando un punto casi febril con la pintura que era el que tenía a los 20 o 21 años, cuando mi madre se pensaba que estaba metido en la droga…


- ¿En serio?
- Sí, es que yo me levantaba a las tres de la tarde, me iba al taller y podía estar allí hasta las seis o las siete de la mañana del día siguiente pintando sin parar. Y sin comer, porque a lo mejor me acordaba de comer al cabo de dos días. 


- El cuadro se había apoderado de usted…
- Absolutamente. 


- Siempre (o casi siempre) pinta en gran formato.
- Es que creo que cuando el objeto te supera, se apodera de ti y te atrapa. Se establece una jerarquía física. Sufro mucho cuando pinto un cuadro pequeño. No sé qué mundo meter ahí, cómo comprimir tanta belleza. 
 
- Dos de sus grandes influencias han sido Ginés Cervantes y Carmelo Palomino.
- Con Ginés Cervantes he pensado en montar una exposición conjunta, me encantaría. Para mí, es uno de los grandes pintores que conozco. Él ya pintaba en los años 80 como están haciendo quienes, hoy, se lo están comiendo todo en Nueva York como Antony Micallef o Conor Harrington. 


- Pero lo hizo aquí.
-...En Almería, que está hecha un solar en lo artístico. 


- Y si está tan mal, ¿por qué no se ha ido fuera?
- Porque vivir aquí me permite estar completamente despreocupado del cien por cien de las cosas y centrarme en pintar. Hago trabajos a nivel internacional, no vivo aislado, pero aquí tengo a mi familia, a mis amigos, mi entorno, mi estudio. La gente no viene aquí de vacaciones porque le pille de paso: viene porque esto es la leche. A lo mejor, dentro de cinco años cambio de chip, pero ahora mismo no me apetecería estar en Londres pasándolas putas. 


El éxito es algo tan relativo...
- ¡Es verdad! Es sentirte bien contigo mismo. Para mí, el éxito es que mi familia esté bien, que todo esté bien a mi alrededor, haber comido ese día de puta madre, irme a pintar, ver un atardecer cojonudo, que jueguen el Real Madrid y el Atlético y gane el Madrid…


- ¿Cuáles son sus próximas exposiciones?
- Este mes expongo en Scope Miami. En febrero, estaré en la feria Hybrid, en Madrid y tengo prevista una muestra en Barcelona la próxima primavera. 


- ¿Y tiene algún encargo cercano?
- Bueno, un retrato del concejal Carlos Sánchez, con la Alcazaba al fondo y vestido de Napoleón. 


- ¿Vestido de Napoleón? Ese cuadro puede ser, en fin, la leche.
- Sí, lo será. Estoy seguro de ello. 



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