La revolución pendiente de los hombres

Rosa Villacastín
23:52 • 14 dic. 2017

Parece mentira pero es verdad. Tres jugadores del equipo de fútbol de Aranda de Duero han sido enviados a prisión por presuntos abusos sexuales a una menor, que han reconocido ante la juez. Después de oír, ver, y comprobar la dura respuesta de la sociedad española tras lo acaecido en San Fermín del pasado año en las que cinco individuos violaron a una joven, estos tres deportistas han repetido la hazaña con una adolescente de 15 años.
Lo descubrió la madre de la menor, que inmediatamente lo denunció para sorpresa de todos aquellos que conocen a estos tres jugadores, a los que no han dudado en defender con buenas palabras. Lo que demuestra lo enferma que está una parte de nuestra sociedad o, lo que es más grave, que cuando les defienden no se ponen ni por un segundo en la piel de la víctima, ni de sus padres, porque de hacerlo no es posible que le den tan poca importancia a la violación, al acoso. La pregunta que me hago desde que estalló el escándalo de "La manada" es: ¿qué se les pasa a los hombres por la cabeza o la entrepierna para tener en tan poca estima a las mujeres? Me cuesta entender que a estas alturas, con la libertad sexual que existe, se sigan utilizando prácticas tan vejatorias solo para satisfacer sus instintos más primarios, convencidos de que nada de lo que hagan o digan tendrá repercusión en su futuro o en su vida.
La tiene, y la mejor muestra de que las mujeres están hartas de sufrir humillaciones, violaciones, acosos sexuales, lo demuestran las denuncias presentadas por estrellas de Hollywood, pero también por chicas normales. Y lo hacen aún a sabiendas de que una parte de la opinión pública las condena de antemano, aunque la mayoría entiende y comparte su firme determinación de poner fin a estos usos y costumbres. Muchos sostienen, y lo comparto, que estos despropósitos se combaten con una buena educación. Educación en las guarderías, en los institutos, pero también dentro de las familias, porque al final uno termina repitiendo los estereotipos que ven en su entorno. No quiero caer en el fatalismo, pero algo mal debemos estar haciendo, cuando chicos que han nacido y crecido con todos los derechos y libertades, se comportan como animales.







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