Andrés Sánchez Picón: "La flojedad política ha conspirado históricamente contra Almería"

Catedrático de Historia Económica de la Universidad de Almería

El profesor Andrés Sánchez Picón posa para el fotógrafo momentos antes de esta entrevista.
El profesor Andrés Sánchez Picón posa para el fotógrafo momentos antes de esta entrevista.
Antonia Sánchez Villanueva
22:58 • 06 ene. 2018

Una entrevista con Sánchez Picón daría en verdad para dos. Además de sus profundos conocimientos y capacidad didáctica, es un ciudadano comprometido que ejerce ese compromiso con argumentos y sosiego. 




 




En su último estudio habla del origen de la provincia de Almería y de cómo se disputó la capitalidad con Baza. ¿Qué habría pasado si la ciudad de Almería no hubiera sido finalmente la capital de la provincia?
Es evidente que la ciudad cobró un importante dividendo por ser capital de esa provincia que surgía al oriente del antiguo Reino de Granada. Hubo una durísima pugna con Baza. De no haberlo conseguido después un tenso y proceloso recorrido, tanto en las Cortes de 1822 como en las columnas de prensa madrileña de la época, Almería se hubiera resentido. Es cierto que el puerto ya era muy activo, y el desarrollo mercantil hubiera sido parecido, pero hay que pensar en todo el efecto de arrastre que produce una capitalidad de provincia, especialmente en la instalación de servicios, funcionarios etc.




No fue una decisión estratégica menor. 
No, yo creo que aquel momento, junto con la fundación en el siglo X, y la conquista cristiana, en 1489, fue un momento fundacional importantísimo y la prueba es que el municipio, que estaba en torno a los 16.000 ó 17.000 habitantes, en pocas décadas saltó por encima de los 35.000. Se instalaron representaciones del Gobierno, se crearon institutos, hubo concentración de profesores, fue la creación del Ateneo, del Liceo… Los efectos multiplicadores no son solo económicos, sino sociales y culturales.




¿Almería ha ejercido de manera adecuada la capitalidad en relación a otros municipios muy pujantes económicamente?
Los equilibrios internos se han alterado en los últimos 40 años con la eclosión de la agricultura intensiva. En el Poniente han surgido municipios que supuestamente han llegado a disputar alguna de las funciones de capitalidad, hablo de Roquetas o El Ejido. No tendría por qué ser eso una mala noticia porque existe la posibilidad de que territorialmente la provincia se organice en un esquema policentral. Pero lo que es bueno es que esos núcleos estén conectados y ahí sí hay dificultades  con las infraestructuras de transporte. Quizá no seamos conscientes de que por primera vez en la historia de Almería tenemos más de medio millón de habitantes en 35 kilómetros de longitud, y, sin embargo, El Cañarete es una barrera que a veces actúa como infranqueable. Harían falta sistemas de transporte colectivo que permeabilizaran esa barrera y generaran sinergias positivas para el Poniente y para la propia ciudad, que no estén de espaldas.




¿Es una barrera tan psicológica como física?
Es una barrera física y un inconveniente para el trazado de redes de transporte, pero también lo ha sido efectivamente psicológica, incluso cultural y etnográfica. En los 60, cuando uno se acercaba a Aguadulce encontraba allí rasgos diferenciales, hasta un acento diferente, una influencia clara alpujarreña. Eso, con la eclosión de la agricultura intensiva y el crecimiento inusitado de población se ha desdibujado. Pero algo ha quedado en algunas de las élites que dirigen la economía, la política y las principales instituciones de ese distanciamiento. 




Algo ha quedado y se ha trasladado a decisiones de gran importancia. 
Claro, a veces incluso se plantean algunos de los retos como lo que en economía llamamos juego de suma cero, es decir, esto lo consigo yo y gano yo y me importa poco que perjudique a los demás. Quizá con una falta de visión estratégica e integrada de un territorio que tiene dificultades de articulación. A mí me parece una carencia que una ciudad como Almería no tenga un palacio de congresos y exposiciones como tal, y si hubiera un sistema de transporte colectivo que trajera rápidamente de Aguadulce, pues podría funcionar el que allí hay, pero en realidad no. Esas son algunas carencias. Quizá también el campus universitario podría haber dejado abierta la opción para alguna instalación en la zona del Poniente relacionada con el sector agrícola. 




El síndrome de esquina y de marginación propio de Almería, ¿es algo común a todos los territorios o hay motivos históricos y económicos que lo avalan?
Seríamos injustos si consideramos que esto es mero victimismo. Contra Almería han conspirado históricamente tres factores. Uno, la geografía. Otro, la escasa densidad demográfica. Y en tercer lugar, la flojedad política para que nuestras reivindicaciones ocuparan una posición preferente en la agenda política. ¿Qué ocurre ahora? La geografía no ha cambiado, pero ya sí tenemos densidad, un sector exportador importantísimo y somos una zona turística de afluencia notable. En cuanto a la flojedad política, indudablemente se mantiene porque nuestros representantes están más pendientes de sus estructuras partidarias que del clamor de los ciudadanos. Desatender esas peticiones ha resultado gratis desde el punto de vista político. Ahora, si medimos en número de habitantes y en contribución al PIB español, la dotación de infraestructuras de transporte por habitante nos sitúa claramente a la cola de España, y eso son datos objetivos.


¿Tendía que pasar factura?
Tendría que pasarla. No puede ser que se nos prometiera a finales de los 90 que en 2005 íbamos a tener un tren de altas prestaciones y han pasado doce y van a pasar veinte como mínimo y eso no le haya pasado factura a nadie. Eso no puede ser. En ese sentido, la sociedad almeriense debería empoderarse y eso solamente se puede hacer con una toma de conciencia de la gente y con un cambio de los incentivos de nuestra clase política, que crean que tan importante es mirar a lo que dice el partido como a lo que dicen los ciudadanos. 


¿Qué pierde Almería con la demora en la llegada del AVE?
Mucha gente puede tener la sensación de que el ferrocarril no nos hace falta, que nuestros turistas llegan en coche o en avión y nuestras hortalizas salen en camiones. Hay que verlo con una cierta perspectiva. El gran reto para la economía europea y mundial en los últimos años es adaptarse al cambio climático….


Aún hay quien no lo ve. 
Bueno, pero hay un consenso casi total en la comunidad científica y cada vez mayor en los políticos. Adaptarse al cambio climático es bajar las emisiones de CO2 y uno de los principales responsables es el transporte por carretera. Si nuestros productos siguen utilizando exclusivamente el camión van a estar en una situación de desventaja competitiva, por lo tanto, al sector agrario el disponer de una alternativa ferroviaria ya le es necesario. ¿Qué penalización está sufriendo la economía almeriense por no disponer de ferrocarril ahora mismo? No está medido, pero seguramente es insignificante y pequeña en relación a la que se va a producir en los próximos años como no dispongamos de  transporte vinculado a una baja emisión de CO2. Y cuanto más se retrase , más nos penalizará. 


¿El modelo actual de la economía almeriense es sostenible o le podría llegar una debacle histórica como a la minería o la uva?
Nada garantiza que cualquier ciclo sea eterno, pero nuestro modelo actual tiene a su favor varias cosas. Una, que es un modelo endógeno, que hunde raíces muy fuertes en el territorio. Además, genera mucha actividad auxiliar a su alrededor y una cifra de empleo que no se dio en ninguno de los dos modelos anteriores. En ese sentido es más diversificado y ha demostrado capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, a través de desarrollos tecnológicos propios. En ese sentido, un mensaje de optimismo, es un modelo muy resiliente. Ahora, eso no significa que esté garantizado su futuro, hay riesgos. 


¿Y los percibimos?
Hay algunos que se perciben pero no se afrontan porque obligarían a una reestructuración importante de determinadas líneas de nuestro modelo de desarrollo. Por ejemplo, en el uso de los recursos. Yo creo que no estamos siendo en general un ejemplo de uso racional del agua. Y no me refiero a la agricultura intensiva bajo plástico que sí es eficiente, sino a otros modelos de crecimiento agrario en la última década. Y hay otro que es el riesgo de exclusión y de pobreza. Una de las virtudes del modelo económico almeriense es que ha sido muy igualitario. Como se basaba en pequeñas y medianas empresas  de una agricultura familiar, los frutos del crecimiento se han repartido entre mucha gente.


Muy democrático…
Exactamente, más igualitario. Esto es algo muy característico de la historia almeriense, desde el momento en que se hace la repoblación después de la conquista cristiana, y eso es bueno porque estabiliza a la sociedad. Ahora bien, desde los tiempos de la burbuja inmobiliaria para acá, algunas cosas no están caminando en esa dirección. 


¿Por ejemplo?
Nosotros hemos tenido siempre en Almería una tasa de desempleo mucho más baja que en Andalucía. Y ahora, después de superada la crisis, entre comillas, nos cuesta bajar del 27 ó 28%, y nos hemos convertido en una de las provincias andaluzas con tasas más elevadas. Esto nos sugiere que algo no está funcionando bien en el modelo. 


Quizá el factor economía sumergida. 
Nos podemos consolar con eso, pero yo suelo poner el ejemplo de Murcia, que tiene un tejido económico muy parecido y probablemente la misma economía sumergida. Hay algo que está pasando. Y ese es un peligro porque cuando la desigualdad y la quiebra social aumentan, la calidad de vida del territorio empeora. Mucho ojo con eso. Yo llamaría la atención como elementos de debilidad de nuestro modelo esos dos. Luego, estrictamente dentro del sector agrícola hay algunos retos que tienen que ver con la concentración de la oferta, pero creo que el sector ha demostrado capacidad para afrontar retos estrictamente productivos. Ahí soy más optimista. Estos otros son más complicados porque requieren una intervención transversal, incluso tener una percepción del problema que a veces no se tiene.


El agua es un problema histórico en Almería, pero se había dado casi por zanjado. Ahora vuelve, más fuerte, la preocupación. 
Aquí siempre se ha tenido cuidado en el uso del agua porque la conciencia de su escasez era evidente. Por eso ha sido tan fácil incorporar tecnologías ahorradoras porque la población de agricultores era muy proclive a un uso cuidadoso de un recurso escaso. Sin embargo, ha habido iniciativas que no venían del mundo agrícola que no bebían de esa tradición de campesinos cuidadosos en el uso del agua, y con una especie de espejismo tecnológico… a veces cuando los recursos se agotan se tiene la sensación de que el séptimo de caballería va a venir a salvarnos, y la ciencia encontrará una solución. 


¿Y aquí cuál ha sido el espejismo?
La desalación. Creo que ha habido un cierto optimismo tecnológico de que la desalación era la solución y de lo que se trataba era de que el Estado pusiera dinero para expandir nuevos regadíos y para desarrollar un modelo productivo que no tiene en cuenta posibles saturaciones de los mercados, y caída por lo tanto de los precios, y que en un momento determinado las rentabilidades no se mantengan. Yo soy partidario de avanzar en el desarrollo de infraestructuras que nos provean de más agua, pero siempre que vayan vinculadas a modelos de reparto amplio de la renta que produce la distribución de ese recurso.


¿Es mejor traer agua de otras cuencas?
Eso es el pasado. El discurso de la España húmeda que puede trasvasar a la España con déficit de agua lo construye a principios del siglo XX Joaquín Costa y el movimiento regeneracionista. Pero ese discurso ya no tiene recorrido. No es una solución práctica, porque no es fiable ni segura. En el momento en que se declara la sequía no hay posibilidad de hacer trasvases, no puedes contar con ello cada año, es caro y no tiene justificación ambiental. ¿Qué ocurre? Que el lema regeneracionista de que la España sedienta reciba agua de la España húmeda tiene una fuerte inercia, y suena muy bien al ciudadano.


Entonces, si cogemos un argumentario político sobre recursos hídricos de hace un siglo y de ahora, se parecerían mucho. 
Léete Oligarquía y Caciquismo de Joaquín Costa o la justificación de la reforma agraria republicana y las obras hidráulicas de 1933. Todo son argumentos que podríamos trasladar a ahora, pero desde el punto de vista de la seguridad en el suministro del agua yo no me fiaría de los trasvases porque el vecino está teniendo problemas de abastecimiento. Tendremos que intentar solucionarlo aquí, ¿y cómo lo podemos hacer? Perseverando en algo que hemos hecho bien siempre, que es siendo eficientes en el uso del agua. Eso es lo moderno, gestionar la demanda, y también utilizar los recursos que nos ofrezcan las nuevas tecnologías. 


Durante el boom del ladrillo se vendieron muchas tierras de uso agrícola para construir. ¿Corrió el modelo productivo almeriense riesgos innecesarios?
A mí me parece que sí. En los años finales del siglo pasado y hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 y 2008, el modelo productivo almeriense sufrió un cambio que lo puso en peligro y del que todavía estamos haciendo una dificilísima digestión. Concentrar todo nuestro esfuerzo de crecimiento en el sector inmobiliario  ha dejado como herencia una bolsa de desempleo que va a costar muchísimo absorber. En segundo lugar, quizá se hayan tomado decisiones en el uso del suelo que no han sido racionales. Las características ambientales de determinados espacios almerienses es un activo poderoso. Sin embargo, en algunas zonas la calidad ambiental se ha puesto en peligro por permitir promociones inmobiliarias que generaban unas expectativas de ganancia pero que ponían en peligro la supervivencia de ese recurso. 


¿Cree que hemos aprendido algo?
Cualquier que lea la Historia de la Euforia Financiera de Galbraith se da cuenta de que estos episodios están unidos a la historia del capitalismo desde hace 400 ó 500 años, desde la especulación en bulbos de tulipanes en el siglo XVII a los bitcoins ahora. En estos temas los seres humanos demostramos tener muy poca memoria. Yo creo que el fantasma de una nueva burbuja inmobiliaria puede reaparecer en cualquier momento. Por eso es tan importante la labor reguladora. Si la resolución de estos excesos ha supuesto un enorme sacrificio para todos, está justificado que desde el ámbito público los reguladores tomen medidas.


¿Existe también riesgo de burbuja digital?
Esto es un clásico del pensamiento económico. Keynes habló de los animal spirits, de los instintos irracionales que llevan a hinchar este tipo de fiebres especulativas. En nuestra provincia tuvimos en 1840 una burbuja de especulación en torno a las acciones mineras. Esto ha ocurrido y va a seguir ocurriendo. La única manera de suavizar esas burbujas y domesticarlas es subirse encima de ellas y gobernarlas. La cuestión no es si las va a haber o no, la cuestión es si vamos a ser capaces de controlarlas o no. Fíjate que en 2007 y 2008, muchos economistas pensaban que los ciclos se habían superado, que todo seguiría hacia arriba ….


Pues si lo pensaban los economistas, qué no iban a pensar los ciudadanos de a pie. 
Claro. Y parece increíble, pero en mitad de la fiesta, nadie quería pensar que la fiesta se acabaría. 


¿Quién o qué maneja estos ciclos o esto tiene que ver con la codicia humana?
Yo no soy muy partidario de una teoría conspirativa de la historia ni del funcionamiento de las sociedades. Evidentemente hay grupos de intereses muy poderosos. Pero por otro lado el desarrollo tecnológico nos ha llevado a una economía financiera que es diez veces más grande que la economía real. El problema es que entre ambas hay vasos comunicantes. Toda esa economía financiera está muy descentralizada, ahora bien, es muy espasmódica, y muy inestable, lo cual la hace muy peligrosa, especialmente en los contactos con la economía real. En esa posibilidad de contagio es donde tiene que actuar el regulador. Es más una cuestión de debilidad del político ante múltiples poderes económicos. 



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