El adiós de Calzados La Noche

Después de 74 años ha cerrado la zapatería que fundó un mozo de Tabernas y que forma ya parte de la historia comercial de la ciudad

Teresa y Margarita Guirado, el día del cierre de su zapatería.
Teresa y Margarita Guirado, el día del cierre de su zapatería.
Manuel León
11:31 • 13 ene. 2018

Hay olores que quedan impregnados en la memoria y nos devuelven al tiempo remoto de lo que fuimos, como si la pituitaria tuviera la magia del cinexin. Es lo que ocurre con el olor a tinta de una  vieja librería, con el aroma a queso de bola al entrar en una perenne tienda de ultramarinos, con el almizcle a piel y goma de una zapatería de las de antes.




Es lo que ocurría hasta ahora con ese islote superviviente del comercio tradicional que era Calzados La Noche, que uno se adentraba por la puerta a comprar unas chanclas para los paseos del verano y se daba de bruces con ese efluvio glorioso de la infancia, en el que la aspiración del cuero te llevaba a ver a tu abuela  que había venido contigo de la mano en el Alsina para comprarte unos Colegiales, y el perfume denso del pegamento te hacía recordar cómo se agachaba, a pesar de su edad y de su luto, a medirte bien la puntera del zapato para que  te quedara holguero y te pudiera servir también para el curso siguiente.




Es -o era quizá- el valor inmaterial que tenían esas tiendas espesas de recuerdos como Calzados La Noche, que acaba de cerrar sus puertas para siempre, dejando en sus adentros  el mostrador gastado de madera  donde despacharon zapatos y sandalias dos generaciones de Guiraos, las estanterías de siete décadas repletas de cajas de cartón y de trofeos del viejo equipo de fútbol sala, zapatillas colgando de cuerdas como salchichones, hebillas brillando desde los anaqueles, suelas que ya no andarán caminos y una máquina registradora antediluvina, fabricada en Ohio, que nunca se estropeó. Eso fue hasta esta semana Calzados La Noche: una tiendecita más de las muchas que abrían sus puertas cada mañana en ese caudaloso epicentro comercial a la vera del Paseo, donde las franquicias de ropa han engullido al papel de estraza, donde el neón de Movistar ha canibalizado las sastrerías a medida.




La historia de Calzados La Noche es la de Juan Guirado Martínez (Tabernas, 1910) que llegó mozo a la ciudad alfonsina y abrió una elemental alpargatería llamada La Marina en la calle Real de la Cárcel,  al lado de la vieja Posada del Mar, donde sobrevivía vendiendo alpargatas de cáñamo y yute a los estibadores y barrileros del Puerto.




Matrimonió Juan en cuanto le fue posible pero enviudó a los tres meses y se volvió a casar con María Garzón López, que vivía con sus padres que tenían un negocio de recauchutados en la acera de enfrente.




Portaba Juan en su cuerpo ese cromosoma que le hacía querer más, crecer, prosperar, y abrió la fábrica de perfumes Florymar en la calle Gravina y en 1943 alquiló un local en la calle General Rada (hoy Concepción Arenal) donde adecuó una moderna zapatería.




El día antes de la inauguración, para hacerse propaganda, hizo una rifa en el  Cervantes en la que sorteaba una máquina de coser Sínger. Los conocidos le preguntaban que cómo se llamaría la nueva tienda y el tabernero contestaba “por la noche lo veréis”.




Al poco tuvo Juan la suerte de que el huerto colindante de los Franciscanos, donde cuando él llegó se cosechaban aún nabos y patatas, se transformara en calle peatonal. La clientela empezó a crecer por el buen género que traía en su moto, en esos largos viajes que daba a las fábricas de cáñamo de Peñaranda de Bracamonte en la provincia de Salamanca: Festival, Rodrigo Muro y otras marcas robustecieron su prestigio de buen zapatero. Hasta que una denuncia política en 1950 le metió el miedo en el cuerpo y le hizo autoexiliarse a la Argentina durante cuatro años en los que su mujer tuvo que llevar el negocio.


Juan Guirado fue también un pionero de la publicidad apoyándose en el diario Yugo donde anunciaba liquidaciones de miles de pares y donde aparecían eslóganes como “Calzados La Noche, donde una peseta valen dos” y en los cines de verano, donde pasaba rótulos con su calzado por la pantalla antes de las películas de vaqueros. Y regalaba globos para los niños y sorteaba balones firmados por jugadores del Almería entre sus  clientes. Y patrocinó, durante años, un equipo de fútbol sala y combates de boxeo y carreras ciclistas.


Casi toda Almería y familias de la Vega y de los pueblos pasaron alguna vez por su tienda a comprar desde unos zapatos de legítimo cáñamo, a unas albarcas, desde unos zapatitos del Gato Periquito, a unas Cabritas locas, desde unos zapatos tractores a unas zapatillas de abrigo o unas chaparritas para el verano o unas sandalias de goma Calpena o unas botas Marabú o las célebres John Smith que vinieron después.


Junto al Restaurante Montañés y otros negocios como El Rostrico o Charly, Juan fue cediendo el mostrador a sus hijos tras sufrir un accidente de moto y perder una pierna. Pero el patrón seguía allí, avizorando el terreno con su psicología para hacer feliz al cliente, haciéndoles creer que habían comprado los zapatos de su vida. Allí estaba Juan Guirado, con su mono amaestrado saltando entre las sandalias, al que los niños llevaban caramelos, con su par de gatos siameses -Linda y Pussi- que un día se tiraron a la pechera de Rosarillo y Lidia Bosch que iba con ella salió corriendo hasta Garaje Central.


Hasta que falleció en 1984 y sus hijos -Juan, Teresa y Margarita -siguieron adelante abriendo La Noche 2 en Hermanos Machado. Hasta esta semana postrera, en la que Calzados La Noche ha entrado ya en la posteridad.



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