Los menores acaparan el 84% de los casos abiertos por desaparición

Buena parte de ellos son chavales de origen extranjero fugados de centros de acogida

Rosa Ortiz
10:58 • 15 ene. 2018

De las 214 denuncias activas, el 84 por ciento (181 en total) cuentan con menores como protagonistas. El dato, a priori estremecedor, tiene, sin embargo, una explicación sencilla: en torno a un 65% son interpuestas por centros de acogida donde recalan chavales no acompañados llegados en pateras, marroquíes y argelinos en amplísima mayoría. 


Algunos se escapan y retornan al cabo de los días. Otros, terminan apareciendo a cientos de kilómetros de donde se les vio por última vez. “A los extranjeros sin arraigo social es muy difícil localizarlos. No nos podemos olvidar que se trata de chicos que, en cuanto pueden, se van a buscar la vida, que no ven al centro de acogida como una ayuda sino como un espacio de reclusión”, apunta el capitán de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil en Almería, José María Zalvide. 


Primera denuncia
Sean cuales sean sus circunstancias, cada caso se investiga exhaustivamente desde la primera denuncia. Lo más inmediato es la emisión de un aviso en la Base de Datos de Señalamientos Nacionales, a la que tienen acceso todos los cuerpos policiales. Esa alerta se incluye, a la vez, en el Sistema de Información de Schengen (SIS), que comunica la desaparición a los distintos cuerpos policiales de la Unión Europea. 




El traslado de las diligencias al juzgado y la búsqueda en el Sistema de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin identificar, que coteja la información con la de cadáveres que se hayan encontrado en cualquier punto del territorio nacional, son los siguientes pasos que se dan. De forma simultánea, los agentes investigan llamadas, movimientos bancarios, publicaciones en redes sociales, cualquier pista que les ayude a montar el puzzle que indique dónde puede estar esa persona o qué puede haberle pasado. 


A veces, los casos se resuelven en unas horas o en pocos días. Otros, tardan años. Algunos no lo hacen nunca. Éstos últimos son siempre los más dolorosos:  dejan abierta una herida que parte en canal a familias enteras y que nunca termina de cicatrizar. “La angustia es insoportable porque no encuentra descanso”, dice el capitán Zalvide.  






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