Los surcos de la vida en La Chanca. Juan Andrés Amaya retrata a patriarcas del barrio almeriense

El joven artista expone hasta el 10 de noviembre en La Guajira ‘Añejo’, un homenaje a los mayores que le rodean

Juan Andrés Amaya posa junto a tres de los diez dibujos que forman su primera exposición.
Juan Andrés Amaya posa junto a tres de los diez dibujos que forman su primera exposición.
Marta Rodríguez
22:14 • 03 nov. 2015

Juan ‘El Pirri’ es cantaor flamenco, Pepe toca la flauta y organiza espectáculos, Tito está jubilado, Andrés ha trabajado como camionero y en la construcción y tiene experiencia como actor, Porras pela pescado en las naves de la lonja, Ángel se dedica al ganado y Funde contribuye a mantener viva la cultura de La Chanca, el barrio en el que viven todos. 




Se trata de los siete protagonistas de ‘Añejo’, la muestra de dibujos con la que Juan Andrés Amaya Torres (Almería, 1995) se está dando a conocer en el circuito artístico de la capital. Sólo un espacio como La Guajira, situado en el corazón de La Chanca y lugar de peregrinaje para el resto de la ciudad, podía apostar por exponer, hasta el 10 de noviembre, esta selección de diez ilustraciones a las que se asoman patriarcas gitanos que forman parte del día a día del joven y que simbolizan esa sabiduría que únicamente brinda la vida.




“Me sirvo del rostro añejo que tienen en el que se refleja el paso del tiempo a través de las arrugas”, apunta Amaya en una entrevista a LA VOZ.




Y esas arrugas, esos surcos en la piel, bien valen este homenaje en forma de exposición. “Quiero darles su protagonismo porque es gente que ha quedado un poco olvidada, porque la juventud de hoy está muy modernizada y se guía más por sus propias ideas que por las de los que tienen la experiencia que aparte de su sabiduría, les podrían inculcar su cultura”, reflexiona el dibujante con una madurez poco habitual a los 20 años.




‘Añejo’ consta de dos partes. La primera está compuesta por siete retratos que incluyen frases inspiradas en la experiencia que Juan Andrés Amaya compartió con sus vecinos mientras los dibujaba o los fotografiaba para después plasmarlos sobre el papel. “Mis arrugas son mi experiencia en carne” es un ejemplo.




La segunda parte de la exposición repite tres personajes, pero los lleva a un terreno más comercial. “En este caso, he jugado con el espacio, el zoom y el mensaje, reducido a una sola palabra. Los he escogido a ellos porque son los rostros más añejos. Ser añejo implica llegar a ser mayor, haber vivido la vida y todo lo que conlleva ser gitano: el hombre mayor gitano ha tenido que soportar muchas cosas, el racismo y unas duras condiciones de trabajo para poder comer todos los días. Eso les ha curtido”, expresa.




Para transmitir su trazo, Juan Andrés Amaya Torres ha usado un 2H, “un lápiz duro que sirve para bocetar y que se puede borrar”. 




Algunos de estos patriarcas de La Chanca se han desplazado a La Guajira para verse a sí mismos a través de la mirada de este joven artista. Entre ellos está su abuelo. “Le encantó, ésta es mi primera exposición y yo pinto porque él pintaba. Espera, como yo, que sea la primera de muchas”.


De la aventura en Sevilla al sueño de montar un estudio
Nacido en 1995 en Almería, Juan Andrés Amaya Torres ha vivido en la capital, Vícar y Sevilla, donde trató de estudiar Bellas Artes. “Saqué nota para el grado, pero no para la beca. Entonces conocí a una profesora que me ayudó económicamente para para que me pudiera ir a cumplir mi sueño”, explica. 


En la capital hispalense, trabajó cuidando a un anciano a cambio del alojamiento, haciendo camas y tirando la basura en un hostal y en el grupo Inditex. “El problema es que no tenía dinero ni para materiales ni para fotocopias y al tercer mes me estaba volviendo loco, así que volví harto de pasar esa fatiga de estar fuera y medir hasta el café que te vas a tomar en la calle porque luego no vas a tener para otra cosa”, señala.


De vuelta a Almería, se matriculó en la Escuela Náutica, donde estudia ahora. Mientras, sueña con montar su propio estudio en una de las cuevas del Mesón Gitano, rescatadas gracias al Plan Urban.



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