Doce historias de mujeres en la tierra inhóspita del Campo de Níjar

Se acaba de presentar un libro con la memoria de las abuelas nijareñas

Grupo de mujeres que asistieron a la presentación de su historia
Grupo de mujeres que asistieron a la presentación de su historia
Rosa Ortiz
01:00 • 10 ene. 2016

Margarita, que el pasado agosto cumplió 92 años, relata con una lucidez admirable las dificultades de una vida, la suya, que ha estado plagada de avatares y sacrificios.  Sobre todo, recuerda el hambre. Años de terribles carencias, los que se sucedieron durante la guerra civil y que se prolongaron hasta mucho tiempo después. Días en los que no había qué llevarse a la boca, en los que como ocurrió en tantas zonas rurales, la gente se comía hasta las cáscaras de las naranjas. Margarita nació en Las Hortichuelas, una pequeña aldea de la pedanía de Níjar.




En aquella época, un lugar aislado, remoto, apartado del resto del mundo. De extracción muy humilde, la familia tuvo la desgracia, además, de perder al padre siendo ella todavía muy niña. A los siete años ya trabajaba en el campo, con su madre, recogiendo cebada y trigo, arando los pocos bancales de tierra que servían de sustento familiar. Con once, “sin haber aprendido ni las cuatro reglas”, recuerda, tuvo que dejar la escuela.




“No tenía padre, ni teníamos dinero. Los pobres, como nosotros, no podíamos seguir estudiando”, relata. Con una memoria admirable y una dignidad y una educación que no se aprende en ningún colegio, Margarita rememora aquellos años durísimos, en los que el hambre y el trabajo de sol a sol eran el pan de cada día. “Los dueños de la tierra tenía un dicho: ‘A sol puesto, peón suelto’.  Eso quería decir que hasta que no anochecía, no nos echaban de la finca. Ganaba cinco pesetas y siempre pensé que me iba a morir como estaba”, explica. Tampoco creyó nunca Margarita que alguien pudiera estar interesado en escribir sobre ella, en contar todo lo malo que le sucedió. Pero sí.




Ocurrió que un grupo de mujeres empezó a investigar sobre la vida de otras mujeres, muchas ya nonagenarias, habitantes del parque natural antes de que la belleza inhóspita del Cabo de Gata se hiciera conocida y se llenara de turistas. Antes también de que llegara el desarrollo agrícola y aparecieran los invernaderos. En el año y medio que Charo García, Carmen Sanz, Sira Laguna y Cándida Rodríguez, las impulsoras del proyecto, tardaron en recopilar los testimonios que recoge el libro “Yo no fui a la escuela”, editado por la Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, fallecieron dos de sus protagonistas. El libro recoge las vivencias de toda ellas: la de Margarita Alías y también las de Ángeles Giménez, María García, Guillermina Casado, Ángeles Segura, María Fenoy, Cándida Rodríguez, Pilar Torres, María Nieto, Ángeles Méndez, María Dolores Torres y María Hernández. El volumen se presentó ayer,  en un acto en el Museo Arqueológico, ante más de trescientas personas.








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