Cambio climático y zonas verdes urbanas

`Plantemos, reforestemos, convirtamos nuestros solares abandonados en huertos urbanos`

Mar Verdejo
01:00 • 16 ene. 2016

Tras unas arduas negociaciones, y al límite, finalizó en París la 21 Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que culminó con la firma de un acuerdo universal por parte de 195 países con intereses y visiones diversas e incluso opuestas, llegando a un acuerdo con un objetivo principal: no superar en 1.5 ºC la temperatura al final de este siglo. Pero la comunidad científica asegura que, con los compromisos actuales sobre la reducción de efecto invernadero, el aumento irá hacia los 3ºC. Estos cambios, suficientemente importantes, se están produciendo por la actividad humana y han pasado a modificar las condiciones de la Tierra; y que la Ciencia ha pasado a denominar: Antropoceno. 
Estamos viviendo el cambio a una nueva era geológica. Así que cada acción, individual y en colectivo, son importantes y decisivas para la mitigación y adaptación. Ante este escenario cabe preguntarse: ¿cómo nos vinculamos como gestores de los espacios verdes públicos para contribuir a la amortiguación del cambio climático? 
Es innegable la importancia de los parques en las zonas urbanas, de la que somos conscientes y día a día divulgamos con nuestro quehacer entre la ciudadanía. 
Nuestros parques, jardines y bosques son los grandes aliados para la lucha contra el cambio climático y son esenciales para nuestra supervivencia y bienestar. Nos dan todo a cambio de nada y nos ayudan, puesto que limpian nuestro aire, agua y suelo regulando nuestro clima y, sobre todo, con los relacionados con la salud. 
Los parques y bosques, por procesos naturales, reducen los impactos negativos de las olas de calor, enfriando las áreas urbanas. Mejoran la calidad del aire porque son capaces de absorber un amplio abanico de contaminantes del aire, como partículas y óxidos de carbono.
 Plantemos, reforestemos, convirtamos nuestros solares abandonados en huertos, transformemos nuestros tejados en vergeles, integremos las ciudades con la Naturaleza, con más árboles y más bosques urbanos, pero sobre todo mantengamos lo que ya tenemos: protejamos nuestro arbolado que por muy poco o nada, en un año, nos lo da todo: un árbol maduro nos quitará de la atmósfera cerca de 22 kg de dióxido de carbono y a cambio nos dará oxígeno. Cada año se estima que 1.3 millones de árboles retiran más de 2500 toneladas de contaminantes del aire. Los investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones forestales (CREAF) estimaron el valor biofísico y económico de los espacios verdes de Barcelona, y consideran que hay razones importantes para tener en cuenta sobre los beneficios ecológicos de estos espacios en la ciudad, como son la filtración del aire, y la captura del CO2 y que los espacios verdes urbanos tienen que ser una prioridad en la toma de decisiones políticas, sobre todo cuando mejoran la calidad del aire porque repercute directamente en nuestra salud.
Dijo una vez Henry David Thoreau: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender todo lo que ella tenía que enseñarme. 
Quise vivir profundamente y desechar todo lo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido". Tenemos que perdernos más en los boques para no andar tan perdidos planificando nuestro futuro y el de generaciones venideras.







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