Ocho años de añoranza

Tu familia

Luis Gázquez Abad

  • La Voz
Define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la ausencia como el tiempo en que alguien está ausente. Y el tiempo como la duración de las cosas sujetas a mudanza. Es como el ciclo de Heráclito, el bucle infinito donde todo empieza y termina sujeto a las mismas condiciones. Es la evolución de lo efímero y la revolución del pensamiento. Porque como bien sabes tú, Luis, siempre hay un límite, un perfil, un horizonte en el que todos nos encontramos y permanecemos, bien sea a través del sentimiento, el de tu familia que tanto te echa de menos; de la música, de tu música, que seguirá existiendo cuando ya nada quede, del recuerdo, que permanece anudado a las conversaciones y a las risas compartidas, allí donde las ausencias se columpian en el vaivén del tiempo. Volvemos, como todos los años, a expresar la añoranza, a revivir como si fuera ayer todo lo acontecido, lo bueno y lo malo, desesperados porque la pátina del olvido no difumine lo que ya nunca podrá volver a suceder, pero reconociendo que lo sucedido abarcaría varias vidas de otros. Por ello, recurrimos una y otra vez a tus manos recorriendo presurosas las teclas de cualquier piano, mientras tus ojos vuelan sobre el pentagrama en la búsqueda reiterada de la nota perdida o inacabada, sumergiéndote cual Alicia en el País de las Maravillas, en el secreto de cada melodía, en la música de los astros que te fascinaba, como sólo puede sorprender a un espíritu fino y elegante como el tuyo, cuanto conocemos y cuanto desconocemos. Posiblemente allá donde te encuentres, en la encrucijada imaginada de El Cairo, donde el viento del desierto quizá te haya llevado a una boca imaginada en la que te has convertido de nuevo en palabra, o en el inmenso, artificial y lejano Nueva York, donde quien tanto te quiso olvida cada día todas las ausencias, no dudes que te volveremos a encontrar. Allí donde no haya límites, ni perfiles ni horizontes, allí donde tampoco habrá ausencias. Siempre estás tú.