Siempre contigo

Pedro Fernández Muñoz

María Isabel Muñoz Segura

  • La Voz
Generalmente y creo sea así, no pensamos en lo que tenemos y aceptamos todo cuanto la vida, nuestro esfuerzo, sacrificio y trabajo nos regala. Y al tiempo, a ese elemento tan importante, no le concedemos la importancia que realmente tiene, ya que pensamos que es nuestro aliado y, por lo tanto, nuestro. Quiero modestamente en esta reflexión referirme al tiempo. Cuando todo es bueno y agradable a nuestros ojos y nuestro entorno lo consideramos y sentimos con normalidad, viviéndolo con intensidad, sin acordarnos de que él está ahí, acompañándonos en cada momento. Pero rara vez lo tenemos en cuenta. Que diferente es cuando todo lo antes mencionado pasa de ser blanco a negro. De alegre a triste, de dulce a amargo. Cuando nuestra tranquilidad, estabilidad y felicidad se tambalean. Cuando amanecen días cargados de suspiros, cuando lo que antes veíamos con alegría e ilusión se torna en recuerdos y lágrimas. Cuando perdemos a un ser querido entonces es cuando entendemos y comprobamos que el tiempo, ese eterno desconocido, está ahí. Recordándonos todo cuanto hemos hecho querido y admirado, pero también recordándonos los fallos, egoísmos y dejadeces. Y eso es lo que me ocurre querida mamá, que hoy que escribo estas palabras han pasado ya seis años. Y de ahí mi reflexión .Seis años que el tiempo día a día, hora a hora, minuto a minuto y segundo a segundo, me recuerda que te marchaste, que ya no te tengo físicamente a mi lado. Aunque tú sigues conmigo hospedada en un rincón de mi pobre alma, la que se engrandece con tu presencia. Podría decirte cuanto significaste y sigues significando en mi vida. Tras tu partida, dejaste muchas vivencias, recuerdos, emociones compartidas, risas, llantos, pero sobre todo una vida cargada de ternura. Dice el refrán que reconocemos la valía de las personas una vez que las perdemos, cuando ya no las tenemos entre nosotros. Yo comencé a valorarte y admirarte desde el primer momento en que empecé a tener conciencia de lo que eras para mí, “mi madre”. Podría decirte que ya mi vida no es igual, que no hay días buenos ni malos, sino grises. Y esa tristeza de color intento aclararla a diario, con el recuerdo de tus ojos, de tu pelo, de toda tu, porque tu mi madre fuiste mi reina querida. Seis años que a buen seguro tú has gozado de la paz del Señor. Seis años que para mí han pasado lentamente. Y digo esto porque lo que duele impregnando de pena el alma tarda más tiempo en pasar y difuminarse. Solo pido a Dios me siga dando ese tiempo al que me refiero para seguir manifestando públicamente toda mi admiración, mi cariño y mi respeto ,y poder seguir dándote las gracias por permitirme ser digno hijo tuyo. Podría seguir diciéndote muchas cosas, este año es especialmente triste para mí, pero no hace falta que te lo diga porque tú ya lo sabes. Bueno mamá, pedirte que sigas con todos nosotros y a mi lado como siempre lo haces. Y desde aquí desearte la paz que te mereces junto al padre eterno. Te quiero. Tu hijo Pedro.