El hombre que todos los días hablaba con Dios

José García Sánchez

  • La Voz
Eduardo D. Vicente Ha muerto don José García Sánchez (marzo de 1929-diciembre de 2017), una eminencia en la Iglesia almeriense. Fue párroco de Garrucha, de Tíjola, de las iglesias de los Ángeles y San Pedro, director espiritual del Seminario Mayor, rector del Seminario Menor, delegado diocesano del clero, vicario pastoral y vicario general de la diócesis, y fue, sobre todo, un hombre de una profunda espiritualidad, dotado de una fe verdadera que era capaz de transmitírsela al más incrédulo que se pusiera por delante. Los últimos años de su vida los ha pasado en la casa sacerdotal de la Plaza de la Catedral, rodeado de libros y acompañado de Dios. Cada mañana, antes de que amaneciera, meditaba en silencio cada palabra de su breviario. Era una forma de fortalecer su espíritu, de poner en funcionamiento sus profundas convicciones religiosas para enfrentarse a un nuevo día con la fuerza de la fe intacta. Cuando todos dormían en la casa sacerdotal, la luz de su habitación anunciaba que don José García Sánchez ya estaba metido en sus estudios, repasando salmos en voz alta, buscando nuevos caminos en las frases que dejaron escritas sus maestros. Don José García Sánchez nació el 20 de marzo de 1929 en Tiaret, un pueblo de Orán donde llegaron sus padres en una de las oleadas de emigrantes almerienses que se marcharon a Argelia en busca de trabajo. A los seis años, cuando ahorraron dinero suficiente, su familia regresó a Chirivel. Compraron tierras y una mansión de 18 habitaciones. En aquellos años felices descubrió un personaje que fue clave en su vida. Se llamaba don Juan Gómez Donoso y era el maestro de la escuela del pueblo. Después llegó la guerra. Movilizaron al maestro y el pueblo se llenó de miedos y rencores. Los jóvenes se fueron al frente y los campos se quedaron yermos. Aunque en sus años de colegio y en el ambiente familiar la religión siempre estuvo muy presente, nunca, en aquellos años, llegó a sentir vocación ni lo que entonces se conocía como la llamada de Dios. Su inclinación hacia el sacerdocio fue casual, por un encuentro con un personaje que influyó en su decisión. Era un sacerdote amigo de su padre que se llamaba don Luis Aliaga. Le fue contando lo que él hacía, le habló de sus motivaciones y lo hizo con tanto entusiasmo, le habló con tanto gozo de Jesús que no tardó en convencer al niño. Don José siempre recordaba que entró en el Seminario queriendo imitar a don Luis. Fueron años de disciplina intensa. En 1943, cuando hizo el ingreso, el Seminario se regía por normas estrictas de obediencia. El silencio marcaba la mayoría de los actos y los estudiantes pasaban los días entre los libros y la oración. En 1954, con 25 años, don José García Sánchez se ordenó sacerdote. Realizó una importante labor en pueblos como Garrucha y Tíjola hasta que en 1965 fue nombrado director espiritual del Seminario Mayor. Eran tiempos convulsos en la Iglesia. El Concilio Vaticano II marcaba unas nuevas pautas que se imponían en Europa que chocaron contra la teología escolástica tradicional que seguía imperando en España. Don José contaba que después del Concilio hubo una crisis en el Seminario de Almería. Había que darle un giro a la Iglesia, apostar por una teología más práctica, por una Iglesia más humana, pendiente de los cambios de la sociedad y en diálogo permanente con el mundo. Esa fue su ley desde entonces, la cercanía con la gente, la proximidad con Dios.