La revolución de los fortuneros que llegaron a Almería

Matías Pérez abrió el camino a sus parientes y estableció una pañería en la calle Las Tiendas

Dependientes de la pañería ‘La Fortuna’, con traje, corbata y pajarita; al lado, Matías Pérez.
Dependientes de la pañería ‘La Fortuna’, con traje, corbata y pajarita; al lado, Matías Pérez.
Manuel León
10:33 • 27 jun. 2021 / actualizado a las 10:44 • 27 jun. 2021

Fortuna, un pequeño villorrio murciano dotado de aguas termales, se convirtió a principios del siglo XX, en el principal yacimiento de comerciantes de tejidos de Almería. En diligencias y carromatos de postas llegaron estos maestros pañeros hasta el corazón de aquella ciudad uvera y minera que abrieron negocios principales, prosperaron y cruzaron su sangre con las familias indígenas.



Entre aquellos primeros emprendedores que vinieron de la provincia vecina, se encontraban los hermanos Tomás y Bartolomé Pérez Palazón, que hicieron dinero subiendo en mulos hasta las demarcaciones mineras para  vender camisas y pantalones de faena que traían de fábricas textiles de Barcelona para los obreros que bajaban a los pozos a arañar el mineral con la piqueta. Con los años, abrieron un comercio de tejidos en el Paseo del Príncipe -donde está hoy La Dulce Alianza- llamado Villa de Lyon.



Otros fortuneros que aparecieron por Almería fueron los hermanos Pedro y Juan Ramírez Salar, que empezaron como empleados del empresario José Canal que fundó La Tijera de Oro en 1916 y que luego se quedaron los dos hermanos en 1925. 



Pero la saga más larga fue la de los Pérez Ruiz -primos de los Pérez Palazón- que eran tres hermanos y cuatro hermanas: Matías, Fulgencio, Francisco, María, Josefa, Dolores y Beatriz. 



Fulgencio, junto a su hermano Francisco y un pariente llamado Fulgencio Cascales abrieron en 1916 El río de la Plata, en la Puerta Purchena en recuerdo de su estancia como emigrantes en La Argentina, y después Fulpesa, en el inicio de la calle Las Tiendas, junto a un taller de punto en la Rambla Alfareros y después en Valero Rivera y el establecimiento Tejidos Ibiza, en la calle Gómez Ulla, y el café cantante Lyon D’or, en la calle Aguilar de Campoo.



También de Fortuna llegó José Benavente Soro, que se casó con la fortunera María Pérez Ruiz, quienes abrieron La Isla de Cuba, una camisería, en 1910, en la Placeta de San Gabriel, junto a la calle Real (donde está hoy el bar La Plazuela), que fue después Tejidos Alacid, al lado de Almacenes El Siglo. Con el tiempo, el hijo, Juan Benavente Pérez, casado con su tía Beatriz, abrió otro establecimiento de la Isla de Cuba en la calle Las Tiendas esquina Hernán Cortés, donde después se estableció Marín Rosa  y ahora es la Delegación de Bienestar Social de la Junta de Andalucía. 



Era un tiempo en el que estaba muy de moda titular  los comercios con nombres coloniales: además del Río de la Plata y la Isla de Cuba, estaban Las Carolinas, de Adolfo Giménez y Las Filipinas, de José Soriano Alegre. 



Un fortunero en segunda generación, Enrique Pérez, abrió años más tarde un comercio de aparatos electrónicos en la calle Castelar denominado Brasil Radio.


El decano, el primero de todos los negocios que se inauguraron por parte de este abordaje de pañeros murcianos, fue el del primogénito, Matías Pérez Ruiz, casado con Juana Lozano Valero, quienes en 1903 fundaron La Fortuna, en homenaje al pueblo del que era oriundo, situado en la calle Las Tiendas, 17, en un edificio protegido que aún se conserva intacto.


El decidido Matías había comprado la casona con sótano y dos alturas a los herederos de Mariano Alvarez Robles, el periodista y suegro de la escritora Carmen de Burgos, quien vivió en esa casa, y allí tuvo sede su imprenta donde se editaron revistas y periódicos como Almería Bufa y tantos otros de la lejana Almería decimonónica. 


Matías transformó el viejo taller de impresión con olor a plomo en una moderna pañería que se anunciaba en los diarios locales de la época como ‘Nuevo establecimiento de Tejidos y novedades del reino y del extranjero’.


Contaba con media docena de dependientes de los pueblos que residían en la propia casa, encima de donde estuvo la tienda de tejidos de Paco Crespo. 


Era obligado el traje, corbata o pajarita en la atención al público, detrás de un mostrador de madera de roble y estanterías cuajadas de paños y telas hasta el techo. Había de todo lo que tuviera que ver con el vestir en La Fortuna: surtido de abrigos para señora y caballero, echarpes, lanas, sedas, toquillas, blusas, telas de Mongolia, rasse, nutria, terciopelos para vestidos a diez pesetas la vara, franelas de dos pelos y piqué desde un real y corsés en forma recta de la acreditada casa Abeille de París; había paños y géneros ingleses para trajes de caballero a medida y hasta hábitos para las monjas de Las Claras y sotanas para los curas del Seminario. Todo un Corte Inglés de la época, que cerró sus puertas en 1929, cuando Matías envejeció y ninguno de sus cuatro hijos tomaron el relevo. 


Su yerno, el alhameño Manuel Gálvez  Martínez, casado con su hija Juana, compró el inmueble en 1931 y unos años después, en 1939, murió el viejo Matías Pérez, y durante años y hasta ahora, distintos comercios como las lámparas de Mario Torres o la Joyería Santos fueron ocupando los bajos de la antigua pañería La Fortuna, aquella que abrió el camino de toda una saga de fortuneros que vistieron de punta en blanco durante décadas y décadas a generaciones de almerienses.



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