Éxtasis con San Alberto entre abanicos y banderas

El PP llenó la Plaza de la Catedral en un ambiente de euforia ante la cita del domingo

Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, con una simpatizante en la Catedral de Almería.
Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, con una simpatizante en la Catedral de Almería.
Manuel León
00:38 • 15 jun. 2022 / actualizado a las 00:55 • 16 jun. 2022

Los chinos del barrio agotaron un contenedor entero de banderas llegadas de Taiwan. Todas estaban allí, en la Plaza de la Seo almeriense, para recibir a Feijóo. No cabía nadie más en ese zoco junto a la silla de San Indalecio, en ese kilómetro cero diocesano, cuando Ramón (ahorro los apellidos) saltó intrépido al atril con barba de Benzemá, dando la bienvenida a propios y forasteros. Desde la azotea glamurosa del Hotel Catedral los clientes sentados tomaban cócteles y miraban abajo como si estuvieran asistiendo a un concierto de M-Clan, mientras que el proletario Montenegro tuvo que replegar sillas. “Estamos aquí a la vista de todos, otros se meten en un Castillo rodeados de policías”, dijo Ramón refiriéndose a cuando Pedro Sánchez estuvo en un acto electoral en Cuevas. 



Hablaba Ramón mirando a la gente apiñada en las sillas abanicándose hasta el delirio, mirando al Palacio Episcopal de enfrente, aunque no hubiera ni rastro del obispo (a quién votará este obispo de ahora), como tampoco había rastro sonoro de las campanas dando las nueve, debieron silenciarlas para la ocasión.



“Nadie que sea de Almería puede votar otra cosa que no sea a Juanma, estoy pensando en nombrarlo hijo adoptivo”, aseguró el primer edil, interrumpido por una salva de aplausos. "Viva la madre que te parió y el padre que te hizo", gritó una señora en estado de excitación nerviosa, mientras Javier Arcos, el maestro ebanista de la calle Lope de Vega, buscaba una silla para sentarse.  La traductora al lenguaje de signos no daba abasto para seguir a Ramón y el aire vespertino seguía sin moverse. Saludó el alcalde anfitrión al invitado gallego Feijóo, justo encima de la caracola donde empieza el Camino mozárabe de Almería a Santiago. Y Alberto, San Alberto (ya nadie se acuerdo de Pablo, de San Pablo Casado, qué ingrata es la política) se levantó para saludar con la mano arriba como un virtuoso de la gaita, al grito enfervorizado de cientos de almerienses sudorosos: “Presidente, presidente”.



Otro que tenía la mano levantada en su peana -lleva décadas así- es Diego Ventaja, pero ayer era invisible a los ojos como la moraleja de El Principito. Mucha manga la sisa entre las mujeres y mucho pantalón corto entre los hombres. Como digo, no se movía el elemento en la plaza, ni siquiera las cotidianas palomas aguantaban la canícula, resguardadas bajo los arbotantes de la fortaleza de piedra caliza.



Relevó Javier Aureliano a Ramón y prometió que Almería sería el primer granero de votos para Juanma y para Alberto. “Hago esta promesa”. Y le habló al invitado gallego de otro gallego, del poeta Valente, vecino del barrio,  y se acordó de los tanques de Patton que por ese mismo lugar desfilaron muchos años atrás simulando las arenas del desierto africano.



Llegó el turno para Feijoo y se desató el delirio en las bancadas, con Matarí, Hernando, Aránzazu, Eugenio, Luis Rogelio, Maribel, Venzal, Góngora y la mayoría de los ediles capitalinos en primera fila. Chaqueta azul el orensano, con pinta de atareado profesor de Instituto, circunspecto, arrastrando las eses como buen gallego, piropeando el talento almeriense, acordándose de Fraga y de Gabriel Amat a su lado. Cuando empezó a hablar de la OTAN hay quien bostezó. “No da igual quien gobierne, no es lo mismo”, repitió en varias ocasiones apropiándose del estribillo de un cantante socialista confeso. “Juanma es el mejor patrón, entregadle el timón y votad antes de ir a la playa, por si acaso”, advirtió.



Cerró el acto Carmen, Carmen de España, Carmen de Adra, Carmen de Andalucía, Carmen del campo y de los mares, de las dehesas y del olivar, de la campiña y del invernadero, citando a San Pablo y al sol de Portocarrero (¿será el de Villalán?), galanteó a Bendodo, a su lado, habló con pasión de agua, de las veces que viene Juanma a la provincia, del AVE, de las nuevas carreteras hechas por el Gobierno de Juanma -"a ver cuándo arreglan la de Alboloduy", le sugirió un señor mayor- y la luna lunera se fue apoderando del mitin. Y una señora muy hooligan, que quería más carnaza contra Pedro Sánchez, exclamó “ahora se van, cuando empieza a refrescar”. Sonó a a tope la música del PP por los altavoces e hicieron piña los dirigentes populares frente a los angelotes y columnas de la puerta neoclásica del templo, con José Carmelo de Vera sobresaliendo entre las cabezas como el pivot del equipo, con el velezano Pepe Domingo Lentisco, vecino de la Plaza Careagaanalizando el acto, como el alumno que acaba de leer el capítulo de un libro y tiene que hacer un comentario de texto, con el alcalde de Olula pensando en la vuelta a su pueblo, con Pablo París y Jorge Molina mirando el espectáculo y con selfies y más selfies de simpatizantes y militantes extasiados con Alberto, con San Alberto, junto al callejón del Cubo, al grito de ¡presidente, presidente!, como si en vez del ausente Juanma fuese el gallego el aspirante a presidir San Telmo este próximo domingo de urnas, chanclas y tinto de verano en el chiringuito.





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