El colegio de la antigua Calamina

El obispado ha vendido el colegio Virgen de la Chanca a los Marianistas

El solar de la Calamina, propiedad del obispado, cuando era dos anchurones de tierra, antes de convertirse en el centro ‘Virgen de la Chanca’.
El solar de la Calamina, propiedad del obispado, cuando era dos anchurones de tierra, antes de convertirse en el centro ‘Virgen de la Chanca’.
Eduardo de Vicente
09:00 • 12 ene. 2023

Los Padres Marianistas llegaron a mediados de los años 50 al barrio de la Chanca para unirse a las Siervas de los Pobres que desde los primeros años de la posguerra realizaban una misión fundamental para combatir la pobreza y el analfabetismo. Llevaron la leche en polvo a las cuevas más inaccesibles y con ella la palabra de Dios. 



Por aquellas cuestas perdidas subían los religiosos para darle la extremaunción a un enfermo moribundo o para poner las primeras inyecciones de penicilina, las que milagrosamente curaban las pulmonías que parecían mortales de necesidad. El trabajo de las monjas y de los sacerdotes fue crucial en los años más duros y continuó después, cuando el barrio fue mejorando. Primero fueron los dispensarios donde curaban a los heridos, atendían a los enfermos y repartían la comida, y después llegaron los colegios donde los religiosos continuaron con su tarea. 



El barrio iba cambiando su aspecto con el primer asfalto, las primeras farolas y nuevas calles, pero aún mantenía esa esencia de lugar remoto donde era posible encontrar, intactas, algunas formas de vida que ya se habían perdido en el resto de la ciudad. Aquel escenario seguía siendo un barrio en estado puro, donde olía a tierra húmeda,  al aroma de la comida que al mediodía se escapaba por las puertas de las casas que siempre estaban abiertas y al sudor cercano de los niños.



Aquellos niños de la Chanca solían frecuentar el puerto pesquero y la explanada de San Roque cuando se ponían a correr detrás de un balón. El anhelo del barrio era poder tener alguna instalación deportiva decente, aunque sólo fuera una humilde pista, aspiración que no llegó hasta la década de los setenta, cuando se habilitó el solar de la antigua fábrica donde se transformaba la piedra calamina, que se había quedado abandonada durante décadas al borde de la Rambla de La Chanca



El solar, que era propiedad del obispado, se utilizó para construir el llamado Centro de Promoción Virgen de la Chanca, dirigido por los Padres Marianistas. El proyecto empezó a tomar forma en 1972, cuando la Fundación Juan March aprobó la donación de cinco millones de pesetas para construir un centro educativo en uno de los barrios más necesitados de Almería, basándose en un informe exhaustivo que habían elaborado los Padres Melchor, Javier Alcedo y Marino Álvarez, que llevaban varias décadas trabajando con las clases más humildes y conocían perfectamente las necesidades más urgentes de las familias de La Chanca. 



El entonces Obispo de la ciudad, Manuel Casares Hervás, puso a disposición el solar de más cuatro mil metros cuadros que tenía junto a la Rambla de Maromeros y en junio de 1973 empezaron los trabajos. Catorce meses después, en agosto de 1974, el Centro de Promoción Virgen de la Chanca era una realidad, que acabó de culminarse antes del otoño cuando la ‘escuela’ abrió sus puertas para que los jóvenes en edad no escolar y los adultos pudieran tener la posibilidad de integrarse en la vida laboral gracias a los cursos de fontanero, plomero, empapelador, albañil, soldador y encofrador, que el nuevo centro puso en marcha.



‘La Calamina’, como fue bautizada aquella instalación, fue mucho más que un centro educativo. Su apertura fue una revolución para los habitantes de la barriada de La Chanca, que por primera vez podían disponer de un establecimiento educativo  y de unas instalaciones deportivas que no había tenido nunca la zona de Pescadería. 



El centro ‘Virgen de la Chanca’ jugó un papel fundamental en la educación de las familias más humildes. Allí se organizaban ciclos de sexualidad y planificación familiar para generaciones de jóvenes que no habían recibido ninguna información al respecto, y que lo habían aprendido todo en la calle. Les hablaban de las enfermedades venéreas y de la necesidad de utilizar métodos anticonceptivos.


La popularidad de ‘La Calamina’ le vino también por sus instalaciones deportivas. Los Marianistas habilitaron dos pistas que fueron utilizadas como campos de fútbol.  ‘La Calamina’ tenía ese aire tribal que caracteriza a los barrios más populares donde se mezclaban niños de todos los estamentos sociales. 



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