Los ‘seíllas’ vinieron en barco

El 14 de noviembre de 1958 desembarcó en el puerto la primera expedición de Seat 600

Los coches de la marca Seat que llegaron al puerto de Almería desde Barcelona en 1958. Eran de los modelos 1.400 y 600.
Los coches de la marca Seat que llegaron al puerto de Almería desde Barcelona en 1958. Eran de los modelos 1.400 y 600. La Voz
Eduardo de Vicente
21:17 • 10 abr. 2024

Fue el heraldo que anunciaba los nuevos tiempos, el sueño que tantas familias de la clase media hicieron realidad con los ahorros que habían ido guardando con tanto esfuerzo en la cartilla del Monte Pío. El Seat 600 nos cambió la vida y en muchas casas llegó con un pan debajo del brazo para convertirse en uno más de la familia, en la alegría de la casa. 



Fuimos muchos los que salimos por primera vez de excursión al campo y descubrimos las soledades de Cabo de Gata a lomos de uno de aquellos utilitarios cuyo tamaño no se correspondía después con su capacidad. Por fuera parecía una miniatura, pero dentro cabíamos todos: los padres, los hijos, los abuelos, la nevera, la sombrilla, el camping gas y hasta aquellas sillas plegables que también fueron hijas del tiempo libre.



Los ‘Seíllas’ llegaron a lo grande, como llegaban las cosas importantes a esta ciudad. Como no teníamos aeropuerto y como las carreteras eran aún los caminos de José María el Tempranillo, no hubo otra alternativa que traerlos en barco desde Barcelona, en una época donde la travesía duraba varios días.



Por fin, el viernes 14 de noviembre de 1958, los coches arribaron al muelle a bordo del vapor ‘Cabo Silleiro’, aquel barco que tanto nos había visitado en la posguerra, el que nos traía el tabaco desde Alicante, el que llevaba nuestro esparto a Gijón y el mineral de hierro a Glasgow. Aquel día de otoño el buque apareció con el vientre cargado de coches, era la primera expedición de los modelos 1.400 y 600 de la marca Seat que llegaban a Almería para ser entregados a los señores clientes que los habían encargado entregando un adelanto en el concesionario de Seat, que entonces ocupaba una parte de las instalaciones del taller Garage Central, en la calle de San Francisco, que en el verano de 1956 había abierto sus puertas en el local de las antiguas caballerizas del cuartel de la Guardia Civil.



El gran acontecimiento de aquel 14 de noviembre de 1958 en Almería fue ir a ver el pelotón de Seat perfectamente alineados en la explanada del muelle, entre los tinglados y la escalinata real. Media ciudad pasó aquel día por allí para rozar los nuevos modelos que brillaban al sol, recién salidos de la fábrica de Barcelona. La exposición tuvo tanto éxito que unas semanas después, el concesionario tuvo que hacer otro pedido a Cataluña ante la gran demanda por parte del público almeriense.



Pocos podían  imaginar que el Seat 600 se iba a convertir en un ícono de su tiempo. El popular ‘Seíllas’ llegó para quedarse, con tanta fuerza que se hizo eterno. Fue nuestro coche de cabecera, con el que crecimos varias generaciones de niños en una época en la que cuando veíamos pasar un ‘Seíllas’ por la calle salíamos corriendo detrás a ver si lo alcanzábamos antes de llegar a la otra esquina. 



El Seat 600 era para nosotros un coche casi infantil, tan pequeño, tan manejable, tan redondo que daban ganas de tocarlo y de subirse en el techo como si se tratara de un juguete. Parecía de acero, invencible, inagotable, fabricado para que nos durara toda la vida.



Además, era un coche tan práctico que lo mismo lo utilizaba un tendero para transportar la verdura que un maestro de escuela para ir a trabajar o el practicante del barrio para poner las inyecciones en las guardias de noche. Todos teníamos un familiar o algún vecino que cuando empezaba a trabajar y ahorraba los primeros sueldos se embarcaba en comprarse un Seat 600 a plazos. Era la ilusión de las familias de la clase media.


Todos teníamos un familiar o algún vecino que cuando empezaba a trabajar y ahorraba los primeros sueldos se embarcaba en comprarse un Seat 600 a plazos y que de la noche a la mañana, a bordo de su utilitario, se convertía en todo un personaje a imitar, en un referente en el barrio. El coche lo elevaba un escalón en la pirámide social y si el afortunado era joven y estaba en edad de merecer, el Seat 600 le allanaba mucho el camino a la hora de relacionarse.


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