La modista más cara de Almería

Doña Paca vistió a las novias de Andalucía y Murcia

Tony Fernández
17:31 • 04 may. 2024

Era la mejor y la más cara de Almería y quizás de toda Andalucía. Vestía de novia a las mejores clientas con unas manos que le dio Dios para ganarse la vida en su mansión de la calle Regocijos, levantada con mucho esfuerzo y dejándose la vista. Ella tomaba las medidas y diseñaba los trajes exclusivos que sirvieron para dar brillo a las generaciones de los años 50 y 60. Era venerada por los vecinos a los que ayudaba junto a su marido y sus hijos que muriendo en un corto espacio de tiempo, al poco de fallecer su madre. Tenía pocos lujos y solo una cerveza o un buen café (antes o después de Misa) en el Bar Puerto Rico. Francisca Andújar, paso por la vida como doña Paca y tenía palabra de ley. Si te decía el precio del traje ya nadie alteraría su decisión. Firme en el trabajo y a la hora de cobrar inflexible. No había descuentos en su taller de alta costura. Vistió a las novias de Andalucía y Murcia.



La persona



En la foto de arriba a la derecha se le ve con todo su esplendor en la boda de Juanita Pardo, que era su sobrina, y a la que le hizo un traje de novia precioso. Ella vestía como cualquier vecina de la calle Regocijos, pero llegado el momento lucía sus mejores galas y la gente miraba esos modelos salidos de su mente. Solo para ella. Era una mujer de carácter y muy religiosa que ayudaba siempre a los necesitados, pero ojo con llevarle la contraria porque era inflexible como con el precio de su trabajo. No tenía horas para coser y las rebajas no se hicieron para ella, que utilizaba los mejores géneros y tomaba personalmente las medidas para hacer el patrón.



Venían de toda Andalucía y de la Región de Murcia atraídas por ese boca a boca en las bodas que la hicieron un referente de la alta costura. El prestigio se lo ganó dejándose la vista cosiendo desde muy niña. Tenía dos hijos, Luis y Juan. Su marido, Luis Rueda, era presidente de la Junta del Puerto. Los dos hijos se murieron en un corto espacio de tiempo cuando sus padres ya habían fallecido, y no pudieron disfrutar de la bonita casa que heredaron.






Su mansión





Supo invertir el dinero ganado porque sus manos la hicieron de oro, y en Regocijos 39 desplegaba todo su glamour recibiendo en la primera planta a las clientas, y luego subiendo a la segunda donde estaban los géneros y las modistillas que cumplían al pie de patrón los mandamientos de doña Paca.

Por aquella casa pasaban los vecinos camino del Quemadero volviendo la mirada porque siempre había a la puerta jóvenes que salían a tomar el sol, y las clientas que iban a pasar por el altar, y necesitaban un traje bonito de novia. Si por fuera la casa impresiona, dentro era más linda con mucha luz y bien dividida entre la vida familiar y laboral. Sus hijos y su marido vivieron en aquel ambiente de trabajo viendo como los ingresos daban de comer a muchas familias que vivían gracias a la alta costura de una mujer emprendedora.


Las modistillas

Se le hizo la empresa tan grande que tuvo que ampliar el taller a la calle Magistral Domínguez. Tenía lista de espera para colocar a modistillas que cuando entraban a trabajar con ella formaban parte de la familia. Era un empleo seguro y se podían hacer el ajuar en sus ratos libres porque hasta en eso era grande doña Paca. En la segunda planta pasaban el día y a media tarde la puerta se llenaba de pretendientes que esperaban la salida de las muchachas (algunas con novio) para buscar un amor para toda la vida; cuando las mujeres en su mayoría no tenían un trabajo remunerado. Pagaba muy bien. Exigía el máximo a todas ellas y pedía por encima de todo: educación. 


Algunas de sus modistillas aprendieron tanto que terminaron montando su propio taller y haciéndole la competencia, pero eso a doña Paca nunca le importó porque de Granada, Málaga, Jaén, Córdoba o Sevilla llegaban las novias buscando todo el esplendor que solo daba ‘La Sastra’, como le decían con infinito cariño. Conocer a una modistilla de doña Paca “era un buen partido”, como decían las vecinas a los pretendientes que pululaban por la calle de Regocijos cada día. Aquella casa era la de la modista más cara del Almería, Nadie tenía la menor duda.


El cementerio

Siendo buena modista pasó a la historia por quedarse encerrada en el cementerio de Almería en una de sus visitas. Se despistó y no escuchó la campana. Era otoño, no había mucha luz, y agarrada a los barrotes de la puerta gritaba pidiendo ayuda y salían corriendo asustados los candidatos a rescatarla. Por fin unos carreros avisaron y la sacaron al borde de un ataque.


Inolvidable doña Paca, una mujer con unas manos de oro que vivió para su profesión.




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