La herencia de la ‘familia de familias’: el pregón de los 75 años del Silencio

El Teatro Apolo acoge el pregón de Manuel Vicente Barranco en los 75 años de la fundación

Un momento del pregón del 75 aniversario del Silencio, a cargo de Manuel Vicente Barranco.
Un momento del pregón del 75 aniversario del Silencio, a cargo de Manuel Vicente Barranco.
Álvaro Hernández
16:23 • 14 nov. 2021 / actualizado a las 17:14 • 14 nov. 2021

De Paquita a Leo. De Isabel a Irene. O de Loli a Vero. De Martirio a Miriam. Y, claro, de Manuel Vicente a Gonzalo. Ese es el invisible hilo que, de abuelos a nietos, cose la tradición, la herencia. Y ese es el material con el que tejió el propio Manuel Vicente Barranco su pregón para el 75 aniversario fundacional de la Hermandad del Silencio.



Esta es una crónica de justicia (que llega tarde, y también es de justicia confesarlo) de un pregón que tuvo mucho de revirá entre Real y Gravina con 'Mektub' de fondo. O de faena taurina, si se prefiere. El caso es que, por muchos vídeos que veas, es difícil hacerse a una idea de la belleza exacta del momento. El arte efímero es así, y ver un cirio llorar en vivo no es comparable a nada. Y así fue el pregón, cuentan quienes pudieron disfrutarlo en el Teatro Apolo la mañana del primer domingo del mes de noviembre de 2021.



Manuel Vicente Barranco es un hombre de pocas palabras, pero ni siquiera tiene que hacer el esfuerzo de calcular y medir lo que dice: es su don. Dice lo que tiene que decir, cuando lo tiene que decir. Y como lo tiene que decir. Sin requiebros imposibles ni piruetas literarias. Y así fue el pregón.



75 años



El último gran pregón (por efeméride, contenido y forma) fue el de Antonio Salmerón del 75 aniversario de los Estudiantes. El siguiente, el de Manuel Vicente Barranco del 75 del Silencio. Ese fino hilo que une a las dos corporaciones también estuvo ahí.



Y lo que también estuvo ahí, desde los primeros compases del acto, fue el sonido del coche de caballos que trajo a la Almería de hace 75 años a la Virgen del Consuelo. Lo trajo Javier Barranco, que fue quien presentó al pregonero, poniendo el contexto de lo que se iba a vivir a continuación: cómo ese hombre de pocas palabras es una parte fundamental de la historia de la Hermandad porque ha hecho de la Hermandad una parte fundamental de su propia historia, de su vida, de su sangre. El invisible hilo de la herencia, una vez más.



De hecho, que el presentador del pregonero fuera su propio hijo es solo un matiz más de los muchos que pintan el cartel de lo que es el Silencio a día de hoy, una hermandad que es "familia de familias" y que puede presumir de haber traspasado generaciones.



El de Barranco era su primer pregón. Y en él logró hablar por todos los hermanos y, sobre todo, para todos ellos. Resulta difícil suponer que alguien saliera del Apolo desencantado con esas palabras del que fuera dos veces hermano mayor del Silencio y que era, ni más ni menos, la historia del Silencio, llevada "sin prisa pero sin pausa, como siempre” en un recorrido que terminó con golpes de martillo del que hoy es capataz de "la exquisitez hecha palio". 


Con anécdotas concretas enlazadas con un “¿Cómo te cuento yo, hermano?”, Manuel Vicente Barranco narró lo que muchos recuerdan porque algunos lo vivieron. Con referencias a la prensa, dibujó el panorama de aquel 1946 en el que empezó todo. Y de la mano llevó a sus hermanos por los años de la reorganización, los primeros ensayos, los años de papeleta de sitio gratis (frente a las de esas otras hermandades que cobraban 25 pesetas), la oscuridad de las épocas de calles vacías y silencio impuesto por las ausencias...


Y todo ello, con el Consuelo muy presente. Y unas calles sin las que no se entiende el Silencio. Pero, sobre todo, unas calles que ya no se entenderían sin el Silencio. Porque "el barrio" (Alfareros sigue siendo 'el barrio' para los que lo habitan y quienes lo viven, que no es lo mismo) está vertebrado por el Silencio y su herencia.


“Vuestros abuelos, vuestros padres.. aquel amigo que os trajo de la mano”, recordaba Barranco, en memoria de los que por una cosa u otra han sido olvidados. "Por los que estuvieron, por los que están y por los que estarán", cosía como último pespunte el pregonero de una hermandad que, efectivamente, imprime carácter. Y esa es solo una de las joyas de la herencia del Silencio.


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