Los hechos no cuentan

Fermín Bocos
11:00 • 18 jul. 2019

Desde los tiempos de la Grecia clásica sabemos lo mucho que la política le debe al teatro. Y en nuestros días, a la televisión. Decía uno de los colaboradores de Mahatma Ghandi, el padre de la India moderna, que costaba mucho dinero mantener pobre a Ghandi. El relato de lo ocurrido tiende a cobrar más importancia que el hecho mismo. La apariencia cuenta más que el ser y en nuestros días, quien mejor sirve la apariencia es la televisión. Pero no todo lo que cuenta la televisión se atiene a la realidad de los hechos.


Lo hemos visto en ocasión del escrache sufrido por el grupo de dirigentes y simpatizantes de Ciudadanos que asistían a la manifestación del Orgullo Gay. Quienes les arrojaron botellas de agua, les increparon y empujaron, imágenes que han recogido algunos canales de televisión -otros las ofrecieron editadas-, se apresuraron a negar la actuación que habían presenciado decenas de testigos. Algunos de los agresores llegaron incluso a justificar el escrache culpando a Ciudadanos de "provocación" por haberse sumado a la manifestación y por "pactar con Vox".


Esta versión se hizo canónica en buena parte de los medios afines a la izquierda colonizada por Podemos. Ese "relato", sesgado, contenía además un comunicado del Ministerio del Interior -posteriormente cuestionado por los sindicatos policiales- en el que se restaba veracidad a los incidentes que denunciaba Ciudadanos. Los medios que apoyaron desde el principio la versión exculpatoria no han modificado su "relato". Esta versión ha llegado hasta los programas de debate sentando un precedente inquietante como presunto material de contextualización veraz que permanece y anula la realidad de lo que realmente ocurrió ante decenas de testigos. Lo que relatan quienes padecieron el escrache: Inés Arrimadas, Marta Rivera de la Cruz, Begoña Villacis y sus compañeros, pasa a un plano ancilar. Debe competir con la versión manipulada. Y no siempre consigue imponerse porque ya se sabe que una mentira mil veces repetida acaba por convertirse en verdad. Malos tiempos en los que los hechos no importan y lo que cuenta es el "relato".






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