La vida finita

La vida humana es limitada y fugaz, pero esto no significa que debamos desesperarnos

José Luis Masegosa
09:00 • 20 mar. 2023

Desde media tarde de ayer la primavera acompaña nuestras  vidas, que parecen más vida. Dentro de poco volverán las becquerianas  golondrinas a persignarse sobre nuestras cabezas y volarán los vencejos en un vuelo  de  imposible cronómetro. Otras muchas manifestaciones nos anunciarán que hemos nacido en primavera, como el slogan promocional de aquella hermosa y perdida cabecera de periódico que nos alumbró, iniciados los ochenta del pasado siglo, a este oficio, pregonero del alma de la actualidad y pulsioximetro  de los latidos mundanos.



Recordaba aquel preciso titular –nacemos con la primavera- frente al escaparate de una añeja librería donde  escudriñaba los muchos y sugerentes títulos de tantos miles de volúmenes, cuando, una vez más, me asaltó un deseo irrefrenable: Cuánto me gustaría saber, cuántos libros quisiera leer, cuántas materias me apasionan y cuánto no sé ni conozco, pero quisiera.



Ante tantos anhelos siempre encontré la misma respuesta: Ya no hay tiempo. En verdad, nunca lo hubo porque nunca fue posible abarcar todo, acaso ni tan siquiera mucho. Y es que si limitada es nuestra capacidad, limitado es también el tiempo, pues el saber sigue creciendo de forma exponencial y su multiplicación es imprevisible. Acaso cuando la juventud nos abraza, y también durante la madurez, hayamos dado pábulo a sentirnos capaces de querer y pretender llegar a todo, de tener capacidad para alcanzar cuanto lo que por esencia, por principio y definición es inalcanzable. Tal vez la falta de humildad nos haya cegado y no hayamos visto que cuando mayores la posibilidad del tiempo desempeña un papel esencial. No podemos pretender lograr aquello que es imposible, y en la medida en que seamos conscientes de ello sabremos situarnos en la realidad de nuestra existencia, en la propia finitud de la vida, en los límites del ser humano.  La vida humana es limitada y fugaz, pero esto no significa que debamos desesperarnos. Al contrario, nuestra finitud puede ser una fuente de motivación y propósito. Si aceptamos nuestras limitaciones y nos comprometemos a vivir plenamente cada momento, podemos encontrar significado y felicidad en la vida.








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