En las nubes

Tenemos lo que nos merecemos. Perdonen que vuelva al tema islandés pero si el ahora juzgado primer ministro islandés, Geir Haarde, al que sus conciudadanos han sentado en el banquillo por conducir al país a la bancarrota, se hubiera despedido en el Senado asegurando que en el futuro querría ser “supervisor de nubes”, no descarto que una cuadrilla de recios isleños hubiera tomado por las solapas al desahogado dirigente para arrojarle al fondo del Eyjafjallajökull, el famoso volcán temor de los controladores aéreos. Pero estamos en España, país que asume con pastueña quietud los más sonados desafueros y que tolera con admirable templanza a los cenutrios más contrastados. Por lo tanto, a nadie debe extrañar que Rodríguez Zapatero, responsable directo de uno de los períodos más negativos de la historia reciente, se despida de los senadores con una greguería y que reciba, a cambio, un fuerte aplauso y cariñosos parabienes. “Ahí os dejo este solar, que yo me marcho a mirar las nubes”. ¡Bravo, muy bien! No piensen que hubiera considerado ajustado a derecho que ante semejante gilipollez los senadores hubieran administrado al inefable presidente una contundente japuana. Pero creo que existe un razonable término medio entre hacer el cafre y hacer el tolili con despedidas corteses. Más que nada, porque al final se acaba trasladando la imagen de que vivimos en un país en el que los políticos tienen carta blanca y manga ancha para hacer y deshacer sin que pase absolutamente nada. Me pregunto si en el grupo de los casi cinco millones de personas sin trabajo a los que en breve se sumará el señor Zapatero también tienen entre sus inquietudes y prioridades observar el paso de las nubes por el horizonte de su desempleo. Al final parece que quien verdaderamente está en las nubes no es el frívolo y desbarajustado presidente, sino la sociedad que asiste, impávida e indolente, al devenir de la gestión de tanto inútil.