La boda global de Dani y Katie en el castillo de Vélez Blanco

La boda global de Dani y Katie en el castillo de Vélez Blanco

Guillermo Fuertes
21:56 • 26 mar. 2012
Como escenario, el patio del castillo de Los Fajardo, con Vélez Blanco a sus pies en un mediodía nublado y al fondo las montañas nevadas. En el centro de la estancia, los novios: él, Daniel, de Adra; ella, Katie, de Mercer, Pennsylania, casi al lado de Pittsburg. Presidiendo la ceremonia civil, Dietmar Roth, un teniente de alcalde alemán, y para la parte religiosa, el pastor Anderson Angelo de Melo, brasileño radicado en Adra.

En el público, entre los amigos de ella, una muchacha china y un holandés. Los salmos los cantaron la hermana de la novia, Kellie, y una amiga argentina radicada en Roquetas de Mar. Y, bueno, hasta yo, el periodista que ahora escribe la crónica, soy cubano.

Esta, pues, es la historia de un bonito amor en estos tiempos en los que el mundo se ha convertido en una aldea global. Para llegar al final de la alfombra roja en el patio de este castillo almeriense, Dani y Katie ha vivido una deliciosa aventura con las casualidades, dudas, arranques y momentos mágicos de todos los noviazgos, pero también, de una manera que ya nos parece natural, escenarios en varios países y la ayuda de una tecnología que, lejos de alienarlos, ha servido para unirlos.

Historia de un amor
Katie R. Swanson llegó a Adra en el curso 2008 - 2009 como auxiliar de conversación y asistente cultural en el colegio San Pablo. Traía un grado como traductora e intérprete de español, y desde el primer día los maestros la acogieron casi como a una amiga de toda la vida. La invitaban a sus casas, a sus fiestas, y así conoció a Dani.

Cuando ella regresó a Estados Unidos, dejó atrás a una buena cantidad de grandes amigos, entre ellos a Dani. Ahí entró en escena Skype, el sistema de telefonía a través de Internet. Empezaron hablando esporádicamente, y poco a poco terminaron haciéndolo a diario. En marzo de 2011, Katie volvió a Adra de visita.

Para cuando regresó a Miami, donde hacía un master en traducción, ambos sentían que algo había prendido entre ellos, que les costaba estar separados. Así que en agosto fue Dani quien tomó el avión y se apareció en la Florida.

Regresó en septiembre, pero ya les había quedado claro que estaban enamorados, de modo que él voló a Pennsylvania en Navidad para conocer a la familia de ella. Finalmente, en una escena casi de película, le propuso matrimonio junto a las Cataratas del Niágara.

Desde entonces hasta esta tarde de sábado en Vélez Blanco, donde el padre de él fue médico durante muchos años y crió a Dani y sus hermanos, todo fueron preparativos a ambos lados del océano. El castillo, los arreglos florales, hechos por la madre de la novia, Karen, los anillos, el traje, el convite...

Internet, pasajes de avión, alojamientos, papeleos, invitados. todo en la boda de Katie y Dani ha sido normal, pero en el sentido de la normalidad con que ya hemos asumido este nuevo entorno más amplio, global, en que vivimos.

Cuando regresen de la luna de miel, vivirán en Vera, donde él trabaja y ella continuará trabajando a distancia, por Internet. Amor, del de toda la vida, en el siglo XXI.






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