Emilio Ruiz
23:24 • 21 abr. 2012
El Consejo de Ministros del viernes aprobó algo que se veía venir: impugnar ante el Tribunal Constitucional la convocatoria de oposiciones para profesores de Secundaria y FP de Andalucía. Eso supone, en la práctica, la paralización del proceso. Los 33.154 opositores que aspiraban a una de las 2.389 plazas bien pudieron despertarse ayer con la amarga sensación de que alguien les había tomado el pelo. Y razones no les faltan.
Han sido, éstas, las oposiciones del despropósito. Despropósito de la Junta, firme en su posición de “sostenella y no enmendalla” (“Quien comete un error y no lo corrige comete otro aún mayor”, Confucio dixit), a pesar de que la Consejería de Educación sabía que, desde el 30 de diciembre, la tasa de reposición del profesorado había sido reducida del 30 % al 10 %. Y despropósito del Gobierno, que sabiendo, como sabía, que el destino final de las oposiciones iba a ser el Alto Tribunal, bien podría haberse manifestado de forma clara sobre sus intenciones. Nadie se explica a qué vino aquel esperpento del ministro Wert de cambiar el temario de unas oposiciones que él sabía que no se iban a celebrar.
El Gobierno andaluz tiene experiencia de lo que supone obrar por libre y en solitario en una convocatoria de oposiciones. Es un disparate. Lo hizo con las oposiciones de médicos. El “efecto llamada” trajo a Andalucía a un puñado de doctores que expulsaron de sus consultorios, centros de salud y hospitales a los médicos interinos andaluces, algunos de ellos con decenas de años de servicio a la sanidad pública andaluza. No me cansaré de repetirlo: ¿Tan nefasto es servirse de jóvenes interinos andaluces hasta que todas las comunidades autónomos realicen su propia convocatoria de oposiciones?
Han sido, éstas, las oposiciones del despropósito. Despropósito de la Junta, firme en su posición de “sostenella y no enmendalla” (“Quien comete un error y no lo corrige comete otro aún mayor”, Confucio dixit), a pesar de que la Consejería de Educación sabía que, desde el 30 de diciembre, la tasa de reposición del profesorado había sido reducida del 30 % al 10 %. Y despropósito del Gobierno, que sabiendo, como sabía, que el destino final de las oposiciones iba a ser el Alto Tribunal, bien podría haberse manifestado de forma clara sobre sus intenciones. Nadie se explica a qué vino aquel esperpento del ministro Wert de cambiar el temario de unas oposiciones que él sabía que no se iban a celebrar.
El Gobierno andaluz tiene experiencia de lo que supone obrar por libre y en solitario en una convocatoria de oposiciones. Es un disparate. Lo hizo con las oposiciones de médicos. El “efecto llamada” trajo a Andalucía a un puñado de doctores que expulsaron de sus consultorios, centros de salud y hospitales a los médicos interinos andaluces, algunos de ellos con decenas de años de servicio a la sanidad pública andaluza. No me cansaré de repetirlo: ¿Tan nefasto es servirse de jóvenes interinos andaluces hasta que todas las comunidades autónomos realicen su propia convocatoria de oposiciones?
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