La familia del Hotel Catedral

Antes de abrir como establecimiento hotelero, esta casa-palaciega del marqués de Dos Aguas fue la vivienda de los Fornieles 70 años

En la terraza los hermanos Fornieles y el hijo de uno de ellos. tyle>.apqj{position:absolu
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Marta Rodríguez
21:18 • 27 jul. 2014

Las casas tienen memoria, de modo que cada barrio, cada ciudad, es la historia viva de las familias que habitaron en ellos. La historia viva de la sociedad de un tiempo. Cuanto más antiguo es un inmueble, esos recuerdos se multiplican. Y cuanto más emblemático, se idealizan hasta convertirse en material digno de la más fascinante novela.




Ésta es la historia del edificio que hoy ocupa el Hotel Catedral de Almería. Ese establecimiento que parece llevar desde siempre viendo la vida pasar  abrió sus puertas hace no tanto, en 2006. Ésta es la historia de la familia que vivió en la decimonónica casa-palaciega del marqués de Dos Aguas durante siete décadas, entre los años 30 del siglo pasado y el 2000.




Para hablar de los Fornieles es necesario referirse al comercio de tejidos que regentaron mucho tiempo en la calle Real. Fundado por Jesús Fornieles Cara, su hijo Francisco nació allí, aunque la hermana pequeña ya lo haría en plena Plaza de la Catedral.




Francisco creció, heredó el negocio de tejidos y se casó con Catalina Caro Dobon. Ambos formaron una familia -tuvieron tres hijos- y se establecieron en el actual Hotel Catedral, donde vivieron junto a los padres de él.




Jesús, Marieta y Leonor Fornieles Caro tuvieron como salón de juegos dos plantas de 400 metros cuadrados cada una. El suelo de su casa escondía un aljibe árabe conectado con la Catedral a través de un paso subterráneo y sobre el techo del salón se levantaba un artesonado de estilo neomudéjar.




“Había una linterna con cristales de colores que distribuía la luz a lo largo de la casa y el cambiador del dormitorio de mi abuela, que tenía un diván, daba al Sol de Portocarrero”, explica Leonor Fornieles a LA VOZ.




Naranjos, jazmineros, palmeras y un hiedra muy tupida conferían al patio una apariencia mágica.




“Mis cumpleaños eran memorables”, recuerda Leonor. “Ahora nos damos cuenta, pero en el momento no valorábamos lo que teníamos. Recuerdo que cuando me fui a estudiar a Granada, nunca me enteraba cuando tocaban al portero porque en mi casa nunca habíamos tenido”, añade Jesús.


Desde su casa de la plaza de la Catedral, los Fornieles contemplaron la transformación de la capital. “La plaza antes tenía fuentes, bancos y árboles que daban sombra. Era un barrio más vivo que luego se transformó con la marcha de las Cuatro Calles y ahora es un lugar de paso”, analiza Jesús.


Los años pasaron, los hijos de los Fornieles se fueron a estudiar fuera y la casa empezó a deteriorarse y a ser demasiado grande y vieja para el matrimonio. “Pensaron en reformarla, mi madre luchó mucho, pero como la declararon Bien de Interés Cultural, no nos permitieron hacer nada”, dice Leonor.


La muerte prematura de Marieta y el fallecimiento dos después de la madre, Catalina, fueron determinantes a la hora de decidir vender la vivienda. “Dentro de lo que cabe estamos contentos de que se haya mantenido, aunque ya no es nuestra casa”.


Una venta que no fue nada fácil
Aunque en un primer momento intentaron adaptarla a sus necesidades, la protección de la casa del Marqués de Dos Aguas como Bien de Interés Cultural no dejó margen de maniobra a los Fornieles. La venta de la vivienda fue compleja. Dadas sus dimensiones y su condición de BIC, sólo una empresa o administración podía hacerse cargo de ella.


Vivieron allí hasta el año 2000 y la mudanza fue otra odisea. “Había habitaciones cerradas, arcas, documentos, ropa, libros. Algunas cosas se quedaron allí&rdq


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