Bruno Nievas: “Documentar el libro ha sido una droga, deseo volver a narrar una aventura épica”

El autor de ‘Realidad aumentada’ y ‘Holocausto Manhattan’ se adentra en el género de aventuras para narrar la expedición que emprendió Shackleton en 1914 con el objetivo

Bruno Nievas muestra su novela, ayer en LA VOZ y la SER.
Bruno Nievas muestra su novela, ayer en LA VOZ y la SER.
Marta Rodríguez
11:48 • 27 ene. 2015

Cuatro años después de publicar su primera obra en Internet, el pediatra y escritor Bruno Nievas (Almería, 1973) ha cumplido un sueño: dedicarse a la literatura de forma profesional. Lo que el hielo atrapa (Ediciones B, 2015) es su tercera novela.




Buscaba una trama secundaria para otro libro cuando se encontró con la historia de Shackleton. ¿En qué momento supo que merecía una novela?
Casi desde el principio. Buscaba una trama que aconteciera en un tiempo pasado en un lugar como la Antártida y cuando empecé a ver las historias que había, me encontré con la de Shackleton. Quizá es menos conocida que las expediciones de Amundsen y Scott, pero realmente tiene algo especial: no sólo por las muchas cosas que les pasaron, sino por la valentía y el honor que demostró Shackleton anteponiendo otras muchas cuestiones a su misión y a su propia persona. No en vano, se considera la última gran expedición romántica del hombre. Dedicar sólo una parte de una trama a una aventura así hubiese sido casi insultante.




Me interesa cómo traza el perfil de los personajes con esos flashback tan cinematográficos. Esta fórmula narrativa es novedosa en su literatura. ¿Por qué los introduce?
Casi surgen por sí solos. Estos hombres tenían un pasado fascinante. Incluso los marineros de a pie habían estado en los cinco continentes, conocían varios idiomas, leían muchísimo y tenían un bagaje que a muchos nos dejaría en ridículo. Algunos oficiales se habían marchado de casa siendo niños para ingresar en la marina. Sus acontecimientos vitales fueron determinantes en la fina línea que separa el desastre de la gloria.




Incluso tuvo que pedir un volumen a una librería de Estados Unidos...
Sí, es un trabajo que roza lo obsesivo, pero resulta fascinante. Cuando descubres que ese libro existe y estás convencido de que contiene datos que pueden ser esenciales, haces lo imposible por conseguirlo. Al recibirlo y comprobar que puede ser útil, te da un hormigueo fantástico. Después de escribir dos thrillers, reconozco que documentar esta novela ha sido una droga. Deseo volver a narrar una aventura épica y perderme en una montaña de 40 volúmenes en busca del dato que enlaza 30 años de historia.




El personaje de Zara Foley, la única mujer a bordo, es ficticio y responde a esa presencia a la que se refieren en sus diarios tanto Shackleton como otros protagonistas. ¿Hablaban de algo sobrenatural?
Esa fue la pequeña puerta abierta que me invitó a escribir la novela. En esa expedición queda una pequeña parte sin aclarar: en un momento del viaje en la que hay tres personas recorriendo una zona hablan de una cuarta presencia. La mencionan por separado en sus diarios. Hay quien dice que se referían a Dios y otros sostienen que es posible que hubiera una cuarta persona a la que por algún motivo decidieron no nombrar. Aquí es donde meto a Zara Foley. Lo que el lector tendrá que descubrir es por qué no ha dejado rastro. 




En realidad, Shackleton rechazó a las pocas mujeres que intentaron participar en la expedición, pero en la ficción hace una excepción con Zara Foley. ¿Eso significa que se filtrará el amor en el libro?
Puede que sí o puede que no. Shackleton no las rechazó porque fuera machista ni muchísimo menos. Al revés, era un progresista absoluto. De hecho, en su expedición no había separación de clases. Lo que pasa es que entendía que una mujer no podría soportar las durísimas condiciones que iban a encontrar en la Antártida. Aceptó a Zara Foley porque él tenía unos principios en los que ella encajaba. Y se alegró de afrontar el reto de incluir a una mujer en su tripulación.




Uno de los logros de la novela es lo bien que recrea los escenarios donde transcurre. ¿Cómo ha sido esa labor?
Ha sido complicada y a la vez alentadora. Hay libros preciosos y otros que son ladrillos en los que te tienes que leer 400 páginas para encontrar algo de provecho. A veces tienes la sensación de que pierdes el tiempo, pero al ver el resultado sabes que no. Ahora tengo ese virus: me apetece seguir escarbando.

Además de documentarse sobre la historia del libro, sigue estudiando para depurar su estilo. ¿Es su forma de entender el oficio?
Claro, es básico. Cuando escribí Realidad aumentada, no tenía ni idea de cómo se escribía un libro y adolece de una serie de fallos que Holocausto Manhattan puede presentar en menor medida y Lo que el hielo atrapa espero que menos aún, aunque todavía tengo margen para la mejoría. El lector está pagando y tienes que ofrecerle una buena historia y también el estilo. En esta novela hay una cosa que enorgullece y es que yo casi desaparezco. 




Ediciones B ha apostado por sus libros y le ha permitido centrarse en su faceta de escritor. ¿Cómo lleva esta nueva situación?  
He tenido esa suerte. No sé lo que va a durar porque para mí es un poco extraño. Yo me sigo considerando un pediatra y me sorprendo cuando mi agente o mi editorial me recuerdan que soy un escritor profesional. Me levanto a la misma hora y trabajo más si cabe. Pero ahora no tengo que ir a la consulta y ponerme la bata. 


¿Qué feedback está recibiendo de los lectores y de la prensa especializada? 
La sensación es rara y un poco vertiginosa. Se te pone el vello de punta cuando gente que lee a los grandes asegura que tu libro no tiene ningún complejo. La acogida está siendo espectacular.



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