El peor amigo del Mister: el periodista

Siempre me he llevado bien con los técnicos pero manteniendo siempre distancias lógicas

Floro Garrido en su etapa de entrenador del Polideportivo Almería.
Floro Garrido en su etapa de entrenador del Polideportivo Almería.
Tony Fernández
01:00 • 30 mar. 2015

Mi relación con los hombres de banquillo siempre ha sido más profesional que amistosa. El primer entrenador del que aprendía fue Juan Antonio Román y desde allí pasé al Maestro Segura, José Víctor, Antonio Oviedo, Pepito Navarro y Floro Garrido.

Faltan muchos más en la larga lista pero con todos menos con uno mi trato ha sido especial. Le tocó a Floro Garrido cruzar esa línea que siempre he marcado como distancia entre la información y la amistad.

Y fue precisamente con Floro Garrido con el que tuve las mayores guerras y vetos de mi carrera. Recuerdo que al principio me dejaba entrar al vestuario para grabar las entrevistas con los jugadores: me dio carta blanca. El Mármol Macael ganaba y estaba líder pero llegó la mala racha de resultados y ante la primera crítica severa: a la calle.

Mi Floro Garrido llamó a la Cadena SER para comunicarme que: “Los jugadores dicen que no vuelvas a entrar en el vestuario”. Le dije que no era un tema de los futbolistas y al día siguiente me dijo el capitán: “La decisión la ha tomado el entrenador”. Desde aquel día nuestra relación curiosamente fue a mayor, nos hicímos muy amigos pero: no volví a pisar su vestuario.

Con el entrenador madrileño la relación se fue tensando en la medida que no aparecían los resultados y empezaron a no caerle bien mis titulares. Le dije: “Tu gana partidos y todo cambiará”. Pero me decía aquello de: “Tu actitud no ayuda al vestuario”. Ese día por la tarde le quitaron el mando y cuando al día siguiente se enteró por LA VOZ lo tenía en la puerta de la Cadena SER con un Bazoka apuntando a mi persona. Nos dijímos de todo subidos en mi Rover rojo con techo abatible y terminamos comiendo en el Rincón de Pedro de Albox sin arreglar el tema.

Lo de Floro fue mi bautismo de fuego y aprendí mucho de esta experiencia. Luego me tocó lidiar con otros como Uli Stielike que me puso como un guiñapo en una televisión almeriense y al día siguiente le dije ante testigos: “olé, Uli, por dar mi nombre y apellido en la tele”. Ese mismo día el alemán me pidió ayuda y se la brindé con todo el cariño. Me ganó por su humildad.

Lo he intentado toda mi vida y se lo digo a los que empiezan en esto: “informadores y entrenadores nunca se llevaron bien”. Desde Floro Garrido (que en paz descanse) no he vuelto a tener un entrenador amigo. Quiero a Antonio Oviedo como a un padre y a Pepito Navarro como a un hermano, pero es otro tipo de relación.

Tenía razón cuando me decía Floro Garrido aquello de: “A ver que pones mañana en La Voz, Pijindo, que me crujen”. Me llamaba Pijindo porque yo le puse el mote cuando firmó por el Mármol Macael en recuerdo cariñoso a un señor de Albox.

¡Cuánto daría porque me siguieras llamando Pijindo, Floro!
¡Cuánta razón tenías, Pijindo!











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