Escribir en Aguadulce

Kayros
23:19 • 17 ene. 2017

Va para veinte años que vivo en Aguadulce. ¡Cómo pasa el tiempo! A estas alturas  uno sabe bien que envejecer y morir  es el último acto del teatro, como  diría Gil de Biedma. Por asociación de ideas me acuerdo con frecuencia de aquel poema suyo que ponía el desideratum de la vida feliz y beata en lugar semejante. Vean: “En un viejo país ineficiente/algo así como España entre dos guerras/civiles, en un pueblo junto al mar/poseer una casa y poca hacienda/ y memoria ninguna. No leer/no sufrir, no escribir, no pagar cuentas/y vivir como un noble arruinado/entre las ruinas de mi inteligencia”. Cuando yo llegué aquí pensaba que se habría acabado todo contacto con mis antiguos lectores, por consiguiente comenzaba para mi otra vida entregada a la contemplación del paisaje o cuando menos a la bien ganada vagancia de la jubilación. Pero no fue así. Mantengo todavía una sección diaria que exige hincar el remo mañana y noche. No estar cerca de la redacción del periódico ni tampoco acudir a los mentideros capitalinos te aleja con harta frecuencia del núcleo de la noticia. Quiero decir con esto que el alejamiento dificulta aún más      mi presencia   semanal en los kioskos de prensa. Pero quizá  valga la pena este tormento cotidiano que me roba el día y parte de la noche. Hay días que me encuentro en la calle con gente anónima que me   anima a escribir: “No lo deje usted, le leemos todas las mañanas” .Aquí en Aguadulce no abundan los encuentros culturales ni las conferencias ni los conciertos de música. Hay una clase social que lo que busca primordialmente es el descanso. El trabajo ya lo tienen en otro sitio. Por eso si son dueños   de algún dinero lo primero que piensan es en la cripta del reposo, especie de chalet independiente, de altas tapias con verjas de hierro y cristales cortantes en las paredes. Todo menos acceder al diálogo y a la comunicación de ideas para nuestro enriquecimiento. Luego está el mar, menos mal. Aún no le han puesto vallas los sábados y domingos. La gente nacida aquí, simbiosis perfecta de pescador y de agricultor campesino, es otra cosa. Con el tiempo hemos aprendido a respetar al visitante. En muy buena parte, los 75 millones de turistas que han venido este año han sabido conectar con este sol y esta alegría de vivir. En un pueblo junto al mar, poseer una casa…







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