La reencarnación de los arquitectos del rock

La banda Pink Tones desplegó todo su arsenal sónico y lumínico para deleitarnos con la obra de Pink Floyd

Pink Tones durante su actuación en el Teatro Cervantes de Almería. (Foto: Kuver)
Pink Tones durante su actuación en el Teatro Cervantes de Almería. (Foto: Kuver)
Ramón García
19:20 • 20 mar. 2017

Algo que te ocurre a los trece años puede influenciarte para el resto de tu vida, y aquella tarde en la que logré reunir la cantidad necesaria para correr hacia la tienda de discos del barrio y comprar un nuevo doble vinilo llamado The Wall fue uno de esos momentos clave. A partir de ahí, esos sonidos e historias, tremendamente atractivas para un adolescente, me han acompañado siempre. Por eso Pink Floyd siempre serán importantes para mí.




Con los británicos ya fuera de la carretera, cuesta renunciar a su obra y es quizás ese el motivo de que los Pink Tones, una banda para los que los Floyd ya no tienen secretos, lleve ya más de trece años en activo. La expectación era grande y la afluencia masiva para contemplar uno de los espectáculos más fieles a sus shows, cuya combinación entre música e iluminación tuvo enorme importancia ya desde sus inicios psicodélicos a finales de los sesenta. Y las casi tres horas de concierto el pasado 11 de marzo en el Teatro Cervantes creo que no defraudaron al más exigente seguidor de los ‘fab four’ del progresivo. Álvaro Espinosa comanda la nave de tonos rosáceos con un desparpajo a la voz y, sobre todo, a la guitarra, que nos hace soñar que estamos ante el mismo Dave Gilmour. Tras los contundentes tambores, Toni Fernández gestiona los destinos de la formación con la misma seguridad que golpea sus parches. Y, casi oculto tras los teclados, Nacho Aparicio obtiene complejos ambientes, esas cortinas de sonido concebidas por Wright, con experimentada pericia. Junto a estos tres pilares fundamentales, Edu Jerez al bajo, Pipo Rodríguez alternando vientos y guitarras, Alberto Álvarez en teclados, bajo y percusión, y unas bellísimas Cristi López y Suilma Aali a los coros completan el octeto.




Tras una corta intro instrumental, los despertadores anunciaron el clásico ‘Time’, y de inmediato llegó ‘Pigs (Three different ones)’ el único tema del Animals en la noche. Yo esperaba escuchar más de ese disco algo maldito, pero al menos eligieron mi favorito. Tras ‘What do you want from me’ de su etapa Gilmour retrocedieron súbitamente al 68 para sumergirnos en dos clásicos psicodélicos: el ondulante y oriental ‘Set the controls for the heart of the sun’ y ‘A Saucerful of secrets’, con órganos eclesiásticos elevándonos a otra dimensión sonora. Obligado el viaje a la cara oculta de la luna, con su cara B casi al completo, empezando por la siempre vigente ‘Money’, y las tres finales ‘Any Colour You Like’, con protagonismo de los sintetizadores, ‘Brain Damage’ y ‘Eclipse’. La emotiva ‘Mother’ y ‘One of these days’ dieron paso a lo más representativo del sonido Floyd: ‘Shine on your crazy diamonds’. Increíble potencia sonora la de esta suite, complementada con el fantástico círculo de luces que la banda estrenó en nuestra ciudad. Lograron emocionarme ante tamaña obra maestra. Concluyeron su paseo por el famoso disco del hombre quemado con una potentísima ‘Have a Cigar’ y el celebérrimo homónimo ‘Wish you were here’. Solo una vez intervino Álvaro –para no romper la atmosfera con presentaciones innecesarias-, y fue para pedir silencio –algún sector del público molestó más de lo deseable- encaminado al disfrute máximo de otra gran suite del progresivo: ‘Echoes’. El sonido submarino, conseguido filtrando el piano por el Leslie del hammond, la identifica al instante. Le aportaron personalidad, dando lugar a otro momento sublime de la noche. Y reapareció con fuerza The Wall, obra cumbre del obsesivo Waters, con su atronador ‘In the flesh’ y la mini-suite ‘The thin ice/Another Brick 1/The Happiest/Another Brick 2 y 3’, asomando por el escenario el hinchable gigante del antipático profesor diseñado por Scarfe, agitándose al ritmo funk del tema más comercial de los británicos. 




Para la apoteosis final reservaban otros dos platos fuertes del muro floydiano: la casi heavy ‘Run like hell’ y esa obra maestra que demuestra que una balada puede convertirse en el tema más potente que uno pueda imaginar: ‘Comfortably numb’, con un Álvaro Espinosa ya en éxtasis con su guitarra, dándolo todo en el solo final, finalizando un viaje en el que soñé despierto con una de las mejores bandas nacionales reinterpretando una música que ya es eterna.




Ramón García es pianista, compositor y arreglista de Almería. Más en ramongarciamusic.blogspot.com







Temas relacionados

para ti

en destaque