Retos

Mar Verdejo
01:00 • 22 jul. 2017

La realidad nos puede y nos desborda a diario. Nos hace quedarnos de brazos cruzados ante este mundo que nos ha tocado vivir, abrumados por la envergadura de los problemas que hay que resolver. Ante ello tenemos dos opciones: quedarnos con los brazos cruzados, mirar al otro lado o lamentarnos porque no podemos hacer nada. Y también remangarnos las manos y hacer algo, aunque nos parezca poco, para mitigar la envergadura de los problemas. Con muchos pocos se puede transformar el mundo, con pequeños o grandes gestos individuales. “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo” decía Gandhi.
En la vida real los héroes y heroínas no pasean con capa y máscara, lo hacen en ropa deportiva y, en la infancia, con un chándal. Así es como recuerdo a Javi de niño, siempre con chándal para saltar vallas, jugar al fútbol, al baloncesto, al vóley, subir cuerdas con nudos o correr tras sus sueños infantiles. La palabra solidaria siempre ha estado en su hacer, no se quedaba de brazos cruzados y siempre estaba contando chistes, bromas, dando ánimos a los demás con una enorme sonrisa luminosa: quedarse de brazos cruzados no es acción para Javi. Una de mis imágenes favoritas de aquella época, retenida en mi memoria, es cuando andaba delante de mí, abrazado a nuestro amigo Modesto, tras haber echado un partidillo de fútbol en el patio del colegio. Una imagen llena de complicidad, risas y juegos. Ellos, incluso me dejaban, aún siendo una niña, jugar al fútbol en serio. Modesto nos dejó, tras un trágico accidente, un gran vacío en nuestros corazones infantiles. Un vacío oscuro, frío y silencioso sin su risa ni bromas. Estoy segura que estaría orgullosa del hombre en el que se ha convertido Javi, porque le ha dado sentido a su vida y a muchas más vidas con su generosidad, capacidad de superación, tenacidad que puede ser mal entendida como cabezonería, pureza de corazón, esfuerzo que no conoce límites, fortaleza en valores, entrega a los demás, humildad y servicio, en esta sociedad que parece que tener estas cualidades no sirven para nada, ni son símbolo de éxito y prosperidad. La solidaridad es ondeada como bandera allí donde pisa Javi, plantándole cara a la vida de manera incansable en su día a día, imitando a sus héroes y heroínas a los que el destino, de manera injusta y forzada, ha llevado a una vida llena de obstáculos. Ellos no se paran a pensar el por qué está esa piedra en el camino, sino la afrontan viendo cómo sortearla. Son personas que abanderan la superación, la motivación, la esperanza y positivismo. Al convivir con sus héroes Javier se pregunta: ¿Acaso estoy siendo justo al quejarme ante tan insignificante adversidad? Y en vez de quedarse con los brazos cruzados Javi hizo una gesta de auténtico héroe griego: atravesar el desierto del Sáhara en una carrera, y convirtió su participación en una acción solidaria. Se preparó física y mentalmente. Buscó sponsor y medios de comunicación que difundieran su aventura a la que llamó: Mi Reto “Corro por mí, corremos por ellos”, y que cuatro años después nos la cuenta en un libro auto editado por él para conseguir más fondos para mejorar la calidad de vida de una niña, con espina bífida llamada Abril. Y así su reto se convierte en el reto de todos, envuelto entre las palabras ilusión y esperanza, y  también el humor, son los ingredientes de este su primer libro narrado en primera persona que nos engancha desde el primer momento, como lo hacía de niño con sus historias, contándonos los secretos para atravesar el desierto del Sáhara. “No sé dónde está el límite, pero sí sé donde no está” y para él, el desierto del Sáhara no fue un límite. Un libro sobre la superación, el esfuerzo y la motivación invirtiendo su tiempo y recursos entre los que más lo necesitan.
Lo reconozco, al leer el libro, la voz que me habla es la voz infantil de aquel niño travieso y generoso que nos cuidaba y hacía reír en el colegio. Y ahora ese gran hombre, que como aquel niño, nos da un soplo de esperanza con un canto a la vida desde el esfuerzo, el dolor, el sacrificio y el trabajo tenaz. ¡Qué orgullosos estamos de ti! ¿Cuántas veces habré corrido detrás de él o él detrás de mí? Seguro que infinitas pero ahora, como siempre lo ha hecho, corre por ellas, por las personas que necesitan de ese granito de arena. Gracias Francisco Javier Martínez Sánchez por existir en mi infancia: ella no existe sin ti. Nos demuestras a diario que no hay nada imposible y como diría Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, el lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. ¿A qué esperamos a plantearnos un reto solidario?







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