Viaje al Cabo Norte en moto. 6.500 kilómetros de lucha contra los elementos

José Manuel Fernández, gerente de Vicasol, y Mª José Casas alcanzan el Círculo Polar Ártico en seis etapas sobre dos ruedas

En el cabo norte, reto superado para José Manuel y Mª José Casas.
En el cabo norte, reto superado para José Manuel y Mª José Casas.
Marta Rodríguez
01:00 • 23 sept. 2017

Dejar atrás ríos, lagos y glaciares. Cruzar puentes que comunican países, atravesar túneles que se abren paso bajo del mar. Ver cómo los árboles desaparecen y la vegetación acaba limitándose a una especie de musgo mientras la temperatura baja hasta valores negativos. Coger un ferry cuando la carretera simplemente llega a su fin. Conducir por 18 curvas de 180 grados. Vivir cada kilómetro a lomos de una moto como si fuera el único. Hacer 6.500 bajo la lluvia, y a pesar del fuerte viento, sobre dos ruedas. Solo el hombre contra los elementos.




José Manuel Fernández, gerente de la cooperativa almeriense Vicasol, ha cumplido un viejo sueño este verano: viajar en moto hasta el Cabo Norte. La idea le rondaba la cabeza hace tiempo. Y el año pasado llegó a la determinación de que era ahora o nunca: o se quitaba de motero o se preparaba una nueva con vistas a lanzarse a la carretera. Al final, el espíritu aventurero pesó.




Para medir sus fuerzas, llevó a cabo una pequeña prospección por las costas de Portugal. “Me sirvió para ver el tipo de maletas aunque el viaje que tenía pensado era de dimensionales colosales, en carreteras desconocidas y condiciones climatológicas adversas”, explica a LA VOZ.




Con su mujer Mª José Casas como compañera inseparable, en agosto condujo su coche hasta la ciudad alemana de Hamburgo con su flamante moto en el remolque. Allí lo dejó a buen recaudo en un parking de larga duración y ambos se lanzaron al asfalto con todas las ganas.




El camino
La primera etapa, en la que cubrió los 563 kilómetros que distan entre Norderstedt y Ljungby (Suecia), sirvió para aplacar la incertidumbre de tomar decisiones sobre la marcha. “El destino era el Cabo Norte, pero lo importante era el camino y, aunque el itinerario estaba trazado, hay cuestiones que no se pueden controlar”, dice.




Cruzar en ferry de Alemania a Dinamarca y, a través de un túnel bajo del mar, de Copenhague a Malmö. Bordear la costa sueca ya en una segunda jornada de 804 kilómetros con el gusanillo de coger un hotel si el cansancio apremia.




“Quería vivirlo desde un punto de vista emocional e iba a la expectativa de cómo reaccionaría. Recuerdo un viaje en el que estuvimos visitando ciudades de Croacia y solo me acuerdo de tres o cuatro. Pero al hacer tú el camino y vivirlo, podría describir incluso cómo eran las curvas”, confiesa.




Ya en Finlandia, hubo tiempo para visitar Santa Claus Village y hacerse la fotografía de rigor. “En el trayecto que separa Rovaniemi de Cabo Norte, vivimos las mejores etapas y eso que nos llovió, recorrimos caminos de tierra, nos encontramos renos a cada paso en la carretera y comprobamos cómo no se hace de noche allí, no se llega a una oscuridad total”, afirma.


“Alcanzar el Cabo Norte fue emocionante, es una sensación de algo que has pensado tantas veces, de cumplir un viejo sueño”, expresa.


En el viaje de vuelta, la pareja de aventureros optó por seguir una ruta distinta: la de los fiordos noruegos. Experiencia que les deparó el impacto de subir por la Escalera de los Trolls, compuesta por once peligrosas curvas cerradísimas. “La hicieron a principios del siglo XX para comunicar valles y la orografía es tremenda”, asegura.


“Yo los veranos los aprovecho a tope,  aunque esta vez la  sensación es distinta. Viajas en avión y te transportas a otro sitio, pero no sabes por dónde has venido; en moto vives cada kilómetro, es el hombre contra los elementos, el viaje, el entorno. Si no fuera por mis viajes, no sería el mismo”.



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