La doliente agresiva

José Luis Masegosa
23:23 • 18 feb. 2018

La infidelidad es un tema recurrente en las parejas y la fidelidad no siempre es eterna. Quién no conoce alguna historia de separación si es que no la experimenta en sus propias carnes.  El concepto de fidelidad  es un sinónimo de lealtad y se fundamenta en el cumplimiento de lo establecido en los compromisos que adquirimos, una definición que es aplicable en el caso de las parejas. Por regla general, a la infidelidad le sigue la ruptura de la pareja y lo más perjudicial para cualquiera de sus integrantes es perpetuar el odio hacia el otro, el deseo de venganza y permitir que los celos carcoman la propia vida. No admitir con inteligencia y humildad la decisión de un cambio de pareja es condenarse y condenar a quien ha tomado la iniciativa a un auténtico calvario.
Los sentimientos pueden revalorizar nuestra persona, pero si no sabemos convivir con ellos también pueden destruirla. Mantener el rencor a la pareja que nos ha dejado constituye un ejercicio poco saludable, pero peor aún es cargar en el tiempo toda la culpa a quien ocupe antes o después nuestro puesto con la pareja del momento. Si, además, esa ansia de venganza contra quien ostentó nuestro lugar se prolonga hasta la misma muerte de nuestra ex pareja es que no debemos andar  muy bien de la cabeza. 
La historia, la literatura, el cine… ofrecen numerosos relatos de disputas y tragedias por celos, por despechos, por divorcios o por amores imposibles, con una variada y curiosa gama de finales. Sin embargo, nada hay como la propia realidad. Ocurrió hace unos días en el entorno rural de un pueblo de nuestra provincia, donde a la tarde  se procedía al sepelio de un vecino de mediana edad. Tras la llegada de la comitiva fúnebre a las puertas del templo parroquial, sorpresivamente la pareja actual del finado abandonó su posición y con aíres destemplados se abalanzó  hacia la primera compañera del difunto, que ocupaba discretamente un banco urbano. Tras llamarle de todo y dirigirle no pocos improperios e insultos, cuestionó su presencia, circunstancia que originó que ambas mujeres se enzarzaran de los pelos en una inesperada e irrespetuosa pelea, si bien la rápida intervención de algunos acompañantes e integrantes de la comitiva consiguió separar a las dos féminas; no obstante, la agresora doliente consiguió zafarse del personal e intentó arremeter, de nuevo, contra su supuesta oponente. 
El tumulto se calmó pero algunos presentes montaron guardia a la entrada de la iglesia para impedir el acceso de la irascible vengadora, en tanto se dio aviso a las fuerzas de seguridad de la zona para evitar que el entierro acabase como el rosario de la aurora. Entre la incredulidad de algunos y la sorpresa de otros no faltaron comentarios de todo gusto, si bien la mayoría coincidió en que algunos dolientes no respetan ni a sus muertos, aunque sea a la puerta de la iglesia.
Y es que los celos, la sed de venganza y el odio son malas compañías, sobre todo para las dolientes agresivas. 


 







Temas relacionados

para ti

en destaque