Flores, peces y premios

Y lo natural es que Almería recuerde a Gabriel de un modo sereno, alegre y hermoso

Jose Fernández
01:00 • 18 mar. 2018

Las reacciones al asesinato del niño Gabriel están tomando la dimensión y el eco de un tsunami encogido por el dolor, y nos llegan a la orilla de la actualidad en forma de peticiones, ruegos y propuestas llenas de buena intención. El espanto ha sido tan grande que los almerienses hemos reaccionado ante el horror con los mecanismos apresurados de la defensa propia. Nos pueden quitar los cuerpos, pero nada es tan fuerte como para arrebatarnos la memoria de quien conocimos e incluso de quien, sin tratarlo, llegamos a considerar como algo nuestro. Por eso se está pidiendo algún tipo de actuación que nos recuerde a todos que una vez fuimos capaces de unirnos por algo limpio y decente. Llorar a un niño es atar las letras de un nombre roto por el dolor de su ausencia. Y en esas estamos, haciendo florecer el mármol blanco de los peces y cambiando las escamas por flores, en un insólito fenómeno al margen de las leyes naturales. Y lo natural es que Almería recuerde a Gabriel de un modo sereno, alegre y hermoso, como nos han contado que discurrió su vida en apenas ocho años. Habrá que contar primero con el consenso de la familia y dejar que pase un tiempo prudente antes de afrontar este asunto, en el que la razón y la emoción deben darse la mano. Lo de menos, ahora, es considerar si la actuación de Patricia, la madre de Gabriel, en los días de búsqueda y duelo es merecedora o no del Premio Princesa de Asturias a la Concordia, como también se ha propuesto. El comportamiento de la familia, personalizado en la madre -porque es la madre la que pare- ha alcanzado ya el máximo y más raro de los reconocimientos, que no es otro que la unanimidad. Ningún premio en el mundo podrá superar nunca la global sensación de admiración y respaldo que merecieron sus declaraciones, cuando el velo del dolor habría permitido matizar cualquier barbaridad dicha bajo el foco y la presión de los acontecimientos. En realidad, ha sido ella la que nos ha premiado a nosotros. 







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