Bernardo, Mari y Juan viajan con la casa a cuestas hasta Asturias

Son los encargados del material del Almería y su objetivo es que todo esté perfecto, en su sitio

Los utilleros del Almería en plena faena.
Los utilleros del Almería en plena faena.
UD Almería
12:19 • 29 jul. 2015

No hay viaje sin maleta como no hay maleta sin olvido. Siempre sucede. A pesar de planificar previamente qué tienes que echar y aunque repases cada objeto una vez esté colocado, en mitad del viaje: "Bingo! Sabía que me dejaba algo". Si la probabilidad de que esto suceda en un artículo de viaje que no ocupa ni setenta centímetros, se multiplica por infinito en seis baúles, veinte petates y un sinfín de bártulos más que albergan unas mil piezas de ropa, ochenta y tantos pares de botas, tres sacos con treinta balones (y cuatro de repuesto), más picas y el resto del material técnico y médico de trabajo. Bernardo, Mari y Juan viajan con la casa a cuestas.




Es solo la punta del iceberg. Los encargados del material del Almería cumplen con muchas más funciones para que no reine el caos en un stage como el de Las Caldas. Esa es su misión: que el jugador se sienta como en su casa a la hora de ponerse a faenar en el terreno de juego. Y después del mismo. Y también rápido. Porque no hay mucho tiempo entre sesión y sesión y nada puede fallar para los cuarenta miembros que confeccionan la expedición rojiblanca. Las camisetas, pantalones, tenis, chanclas, calcetines, ropa interior y más enseres de trabajo se multiplican por ese número: cuarenta. Al margen de tener listo un plan b por si las condiciones lo requieren: chubasqueros, sudaderas… etc, como sucede en este miércoles donde la lluvia hace acto de presencia.




Cuando suena el despertador para los miembros de la expedición, ellos ya están en las dos habitaciones que figuran a nombre del material. Son dos cuartos, la 156 y la 157, enormes en los que ya no cabe ni un alfiler pero que sin embargo se caracteriza por el orden. Por allí pasan a diario todos los jugadores y en varias ocasiones para surtirse de su ropa. Todo está dividido por cada dorsal para que el futbolista llegue, encuentre lo que haya ido a buscar y se marche equipado en apenas sesenta segundos. Camisetas planchadas, calzones limpios, botas impolutas y todo lo que haga falta para afrontar el día. Son como dos puestos de mercado rojiblancos.




Bernardo y su carácter, Mari y su sonrisa y Juan y su móvil trabajan sin descanso dentro del hotel de concentración pero también fuera. Nadie sabe cómo se organizan pero también entrenan. Las neveras han de estar frías, las botellas isotónicas dentro y cada balón en el punto donde haga falta. Todo se prepara antes, se da uso durante y se organiza después.




Los días de partido son para temblar. Máxime cuando se entrena por la mañana y se juega por la tarde. Es un doble turno que exige sacar el encuentro adelante a pulmón. Hay que preparar la ropa del entrenamiento del día y por la noche dejarla preparada para la mañana siguiente; pero también tiene que estar presta y dispuesta la ropa de desplazamiento (polo y pantalón) más las correspondientes equipaciones, medias y botas. Y el material anexo (agua, bebidas, neveras, etc). Y cuando pita el árbitro recogen, llenan los baúles, cargan y descargan el autobús y vuelta a empezar.




Los encargados del material –los utilleros- también tienen su propio sistema de juego dentro de su actividad. Juegan eso sí siempre al ataque, con el orden como filosofía y con un aspecto fundamental en un club de fútbol: sintiendo la camiseta.






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