Volver en tren como septiembre  

“Y puede que la cosa funcione entre los jóvenes repicadores del campanario tuitero del PSOE”

Jose Fernández
01:00 • 01 sept. 2015

La llegada de septiembre y su acumulación de sensaciones impuestas por la geometría invariable de los calendarios nos sumerge en un caudal de sensaciones repetidas, que nos inundan de ese reúma emocional al que tanto partido supo sacar Heráclito con aquello que “En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”.  Así que el regreso nos saluda con más quejas y hartazgos del pésimo servicio ferroviario que padece Almería desde hace décadas, pero coreografiado por los servicios de agitación y propaganda del PSOE almeriense, para intentar que los almerienses atribuyan la calamidad de sus trenes a los períodos de gobierno del PP y borrando de la memoria colectiva los largos años en que los diferentes gobiernos de González y Zapatero acreditaron la misma dejadez y olvido que ahora pretenden achacar en exclusiva al gobierno de Rajoy. Y puede que la cosa funcione entre las bien disciplinadas cuadrillas de jóvenes repicadores del campanario tuitero del PSOE, pero al margen del bien nutrido abrevadero del sectarismo y la memoria selectiva, a ningún almeriense con sentido común se le escapa que Almería ha padecido una calamitosa conexión ferroviaria desde que todos los que leen estas palabras han tenido edad de viajar solos en tren. Y no me hablen del bipartidismo culpable, porque hay partidos emergentes que incluso sin haber gobernado ya propugnan parar las obras del AVE. En todo caso, a ver qué diferencias hay entre las siete horas que yo tardaba en llegar a Atocha cuando iba allí de estudiante a mediados de los ochenta y las siete horas que a día de hoy se siguen tardando en el mismo trayecto. Y es que una de las razones del ninguneo ferroviario almeriense está en la manía de querer procesar las reacciones a través de la política partidaria, algo que se demuestra inútil porque la denuncia política se desactiva con el tiempo o la actuación de los rivales, en lugar de hacer valer la presión social ajena a los partidos en liza. Y así nos va. 







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