Crónica personal

01:00 • 01 dic. 2015

Me gustan los talleres literarios. Un defecto como otro cualquiera, lo sé. Pero es que gracias a ellos he tenido la oportunidad de conocer y aprender de escritores a los que respeto –y, a algunos, incluso admiro–. Entre ellos puedo citar a Ángeles Caso, Félix Romeo, Juan Manuel de Prada, Clara Sánchez o Juan Eslava Galán. Pero hay un autor al que coloco por delante de todos y es que el solo hecho de haber compartido con él varias tardes con la excusa de la literatura ya justifican mi querencia por estos talleres de narrativa: se trata de Antonio Orejudo.
Orejudo es un tipo amable, inteligente y ácido. Educado e irónico. Mordaz e irreverente, pero con alma caballeresca. Y por encima de todo, es un gran escritor. Para mí, el más importante de los escriben en Almería. Es cierto que algún otro se mueve mejor por las coordenadas del éxito editorial, pero por motivos que no son sencillos de resumir –y que no voy a cometer la osadía de exponer–, Antonio Orejudo debe ser la principal e ineludible referencia de todo aquel con pretensiones literarias en nuestra ciudad.
Su primera obra, Fabulosas narraciones por historias, un libro tan sorprendente como hilarante sobre la tradición literaria heredada, le valió el premio Tigre Juan a la mejor primera novela española. Luego publicó Ventajas de viajar en tren –Premio Andalucía de Novela–, un libro esquizofrénicamente inteligente; divertida historia de historias. La consolidación le llegó con Reconstrucción, una novela sin filigranas literarias que se pasea por el siglo XVI a través de un juego complejo que se acerca con excelencia a las tragedias del presente. Y en Un momento de descanso, su última novela hasta el momento, el autor ejecuta una singular reflexión sobre la mediocridad instalada en la universidad española con tanta fidelidad que resulta grotesco.
Pero el libro de Antonio Orejudo al que quiero acercar la lente en esta columna es otro. Se trata de Almería, crónica personal. En él, el narrador se aproxima a nuestra ciudad para contar su historia. Una historia real y dura como el desierto. Orejudo no edulcora la verdad. Como él mismo dice, el paraíso tiene también una cara desagradable, y esa cara, mostrada con objetividad y cierta lejanía, se convierte en el espejo de nuestra tierra. El libro, posada íntima para los de aquí, es un libro de experiencias. Un lugar donde escaparse para seguir huyendo. Un arpón al orgullo provinciano al que, sin duda, el autor no pretende halagar.
Antonio Orejudo es un grande de la literatura que escribe desde Almería. En su haber, su obra. En nuestro debe, la gratitud y el reconocimiento. Son pecados que nos esforzamos en repetir. Espero que esta vez enderecemos a tiempo.







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