El desatino del Pingurucho

Antonio Felipe Rubio
01:00 • 23 jun. 2017

Una de las acepciones más manoseadas, y por ende pervertidas, es la de democracia. La democracia, por definición, se utiliza para elegir a los representantes de la soberanía popular y, según convenga, para okupar una vivienda o remover cunetas. También se aplica al discurso políticamente correcto aderezando oraciones gramaticales plagadas de este concepto que, convertido en recurrente, pierde su significado real con la intencionalidad de adscribirse a un sector ideológico que lo secuestra como ya ha ocurrido con otros conceptos: progresismo, republicanismo, aconfesional… No suele aceptarse como sincera y coherente la ideología liberal o de derechas con la condición de republicano, progresista y ateo. La izquierda ideológica no permite intromisiones en sus parcelas (rediles) de identidad, y duda de aquellos demócratas que no comulguen con sus preceptos excluyentes. 
Ahora la democracia incrementa su polivalencia con la enajenación transitoria de la responsabilidad recaída derivándola en profusión de referéndums. Según convenga, se plantea la separación de Cataluña de España o cambiar de lugar un monumento. Da igual la trascendencia y repercusión de la decisión, lo importante es el “postureo democrático”. 
El Monumento a los Coloraos va ser objeto de posible referéndum sobre su futura ubicación; si es que antes se decide moverlo de la Plaza Vieja. La Plaza “Mayor” de Almería, como las plazas mayores de Madrid o Salamanca e incontables grandes capitales europeas, se caracteriza por ser un espacio diáfano donde se suelen prodigar diversidad de actos lúdicos, culturales y conmemorativos multitudinarios. El “Pingurucho” se ha intentado vincular como símbolo de Almería cuando es un homenaje a unos soldados mercenarios que partieron de Gibraltar en el buque “Federico” y trataron, como ya lo intentara el capitán general Rafael del Riego, reinstaurar “La Pepa” contra el absolutismo de Fernando VII a través de las armas, que es como se acostumbraba a hacer estas cosas ahora recordadas como ejemplo de “libertad”. Los liberales -ideología cuestionable en la estipendiada campaña- en número de 49 se alzaron al mando del comandante Pablo Iglesias (caprichos premonitorios de la historia) y, siendo reducidos por la superioridad de fuerzas alertadas por los chivatos contrabandistas almerienses afines al Rey Felón, fueron vilmente fusilados en la Rambla de Belén (hoy a la altura de calle Cenotafio y Humilladero). Tras diversas interpretaciones históricas, el Pingurucho se ha convertido en monumento que simboliza la libertad. Y, al margen de las versiones, tener un monumento a la libertad merece una consideración especial e infinito respeto, especialmente ante la escalada de populismo totalitario y sectarismo radical que la amenaza.
Antes de someter a referéndum su posible traslado, como si de un florero se tratase, habría que establecer la convicción plausible de qué significa y qué representa el Pingurucho. Nunca existirá convicción generalizada si antes no se tiene el conocimiento y, sobre todo, el sentimiento. Lamentablemente, el Pingurucho no ha representado la Libertad, sino la libertad entendida por un sector ideológico que lo ha utilizado como tótem para llamar a la lluvia de sus aspiraciones, tendencias y filias y fobias. El Pingurucho terminará siendo un trasto si se persiste en su particular filiación con marsellesas y otras lisérgicas liturgias que se arroga la izquierda que, por idéntico procedimiento, ha logrado pervertir y liquidar el Pendón (Reconquista de Almería por los Reyes Católicos) y otras tradiciones históricas purgadas.
Un referéndum para buscar destino al Monumento a la Libertad ha de convocarse cuando exista convicción. Que la corporación municipal se exima de esta decisión es irresponsable por no haber ejercido su obligación didáctica sobre la verdad de los Coloraos, y por no haber logrado eliminar la carga sectaria que contamina un pretendido monumento presuntamente erigido a la Libertad... de todos.







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