Cuando juntábamos posavasos

Cada pub de la ciudad tenía su sello, su marca, que aparecía grabada en los posavasos

Posavasos de la discoteca The ForTress, que estaba en la calle Real.
Posavasos de la discoteca The ForTress, que estaba en la calle Real.
Eduardo D. Vicente
14:27 • 25 sept. 2017

Hubo un tiempo en que los adolescentes coleccionábamos los posavasos que íbamos recogiendo de los pubes, como el que se lleva un trofeo para recordar su paso por un lugar. Nosotros juntábamos posavasos, que es un verbo que se utiliza mucho en Almería. Los juntábamos porque estaban hechos con buen gusto y porque eran el símbolo de un tiempo, de una nueva época en la que la juventud cambió las plazas, el Parque y el Paseo por los nuevos templos de la diversión que empezaban a imponerse: los pubes. 




Cada pub tenía su sello, su marca, que aparecía grabada en los posavasos como un signo de distinción. En esos primeros años de vida, los pubes mostraban un toque de elegancia que aparecía en la decoración, en el cuidado de los pequeños detalles como eran los posavasos y en la estampa de los camareros, que al contrario de lo que ocurre hoy, iban con su indumentaria de camareros y eran señores curtidos en el oficio. 




Los pubes empezaron a ponerse de moda a finales de la década de los setenta. Nacieron como una respuesta a las discotecas que llevaban una década monopolizando la diversión nocturna de la juventud durante los fines de semana. Los pubes traían una propuesta distinta. A diferencia de las discotecas, no se basaban en la cultura de la pista, el baile y las copas; los pubes surgieron con vocación de refugio y de lugar de encuentro. Las discotecas vivían de la noche, los pubes vinieron a llenar ese espacio de tiempo entre la tarde y la noche donde los jóvenes no tenían otro sitio al que acudir que al cine o al bar de su barrio.




En la discoteca la música dominaba el ambiente y llenaba el local de ruido y luces. En los pubes la música y la luz invitaban a reunirse en torno a un café o una copa, creando una atmósfera cómplice para la conversación y los momentos de pareja. Muchos adolescentes de entonces íbamos a los pubes en pandillas a escuchar música, a tomarnos una cerveza o un refresco con el dinero justo y hablar de nuestras pequeñas revoluciones cotidianas. Después, cuando las primeras novias, íbamos a nuestro pub de cabecera, a nuestro escondite preferido y allí pasábamos las tardes de los inviernos devorándonos a besos y endulzándonos la boca con gominolas.




Uno de los primeros pubes que aparecieron por el centro de Almería fue el ‘Athos’, que en septiembre de 1977 ocupó un amplio local en la calle Alvarez de Castro. Se anunciaba como ‘pub-inglés’ y se hizo muy célebre en los primeros años por las actuaciones en directo que ofrecía todas las tardes y por ser uno de los primeros locales de la ciudad en colocar en la sala una amplia pantalla en la que se pudieron ver los primeros vídeos musicales que llegaron a Almería.




Los pubes tuvieron algo de revolucionarios porque cambiaron algunos hábitos de la juventud. En Almería se pasó de la diversión en la fiestas de las casas particulares y de los eternos paseos por el Parque a las citas en  los pubes. El pub te ofrecía un lugar tranquilo y discreto para  poder ir con los amigos o con una pareja a escuchar buena música con los bolsillos medio vacíos. No sólo podías disfrutar de las canciones de moda, sino que había lugares  que se adaptaban a los gustos más exigentes.




En los ochenta, los pubes le fueron ganando el terreno a las discotecas. En los locales vacíos del centro surgieron lugares tan emblemáticos como ‘Duende’, ´César’, ‘Aqualung’, ‘Fennec’, ‘Araña’, ‘Sinatra’, ‘Colombine’, que convivieron con discotecas tan importantes como ‘Dogos’, ‘Lord Nelson’, ‘Odeón’, ‘Lido’, ‘Belle Epoque’ o ‘Royal Club’.  Otro lugar de referencia, aunque más alejado del centro, fue ‘Atenas Club’, que se inauguró en mayo de 1978 dentro del edificio del centro comercial Altamira, en la calle Gregorio Marañón. 




Los pubes transformaron algunas calles del centro, sobre todo de esa manzana que se extendía alrededor de la calle Real. La proliferación de este tipo de locales creó una zona de la marcha juvenil para disgusto de los vecinos, que poco a poco tuvieron que ir vendiendo sus casas y sus pisos de toda la vida.



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